Conversando con una amiga que también "le mete" a las letras, le hice un comentario que quiero exponer ante el crisol virtual, y ver qué impresiones recojo de los sentires y pensares de aquellos que me lean.
El contexto de la frase es: Ya que mi amiga está en situación difícil con su pareja, le dije que tal vez sería conveniente aquello de "a Dios rogando y con el mazo dando". Y ella, que no le faltan espuelas, muy oronda respondió que le pasara el mazo para atestárselo a quién todos nos imaginamos debiera.
Y aquí va la frase que acto seguido, como amigo, le dije: En ocasiones los hombres necesitamos de ello, por ser en muchos casos "brutazos emocionales" ocasionales o padecer de "brutilupismo afectivo" crónico.
¡Son mis formas cada vez más frecuentes de traducir psicoliterariamente en español, con salero de mi Ser, la retahíla de categorías diagnósticas que tanto nos encasquetan en la cabeza!
Con esta frase no denigro del (mi) gremio masculino, sino que pongo en el tapete un problema históricamente añejo, que todavía está ranciamente presente. Sé que igual muchos me caerán encima, pero, ¡ni modo! Ser congruente con mi sentir y pensar debo, dejando acotado que no todo es malo, aunque también ante esto saltarán señoritas y señoras muy maltratadas que nada de bueno nos verán al gremio.
Es un problema psicocultural de la Sombra colectiva venezolana respecto al tremendo grado de divorcio que los hombres arrastramos entre nuestra sensibilidad y nuestra sexualidad. O si lo quieren de otra forma: la separación o escisión (general! habrán sus excepciones!) entre la capacidad de amar (y lo que ello conlleva de ser vulnerable emocionalmente, entregarse y fusionarse con la mujer amada) y los dictámenes de los cojones. O como las féminas dicen: "¡pensar exclusivamente con la cabeza de abajo!"
¡Esta es una de las principales razones de tanto desencuentro entre las parejas! ¡En muchos hombres campea la escogencia de dos mujeres para dos roles que en su mente considera incompatibles: la santa para esposa y mujer de la casa, y la zángana o zorra para la cama! ¡Y esto es trágico señores y señoras! Porque dense cuenta de la dificultad de tales hermanos de mi gremio tienen al inconscientemente, ¡no poder reunir en una misma mujer la santidad (¡que no es beatería! ¡ojo!) y la orgía anhelada! ¡Tremendo rollo! Que le dificultará el acceso de poner volar en oleadas de orgasmos y amor en abrazos con su pareja. O como vemos en la película de Eliseo Subiela, "El lado oscuro del corazón", ser hombre más integradito: tener mejor unidas su torreón y su mazmorra. Y por ello poder salir a buscar la "mujer que vuela". ¡Que lo ponga a volar, pues! Quién tenga oídos u ojos, que escuche y vea.
[Nota: hay mujeres que no ponen a volar ni siquiera a un papagayo. También hay de nuestras féminas quienes un mal código psicosexual-cultural cargan a cuesta. Fin de la nota]
De allí que todavía se vea [con formas de variaciones sobre un mismo tema o de "dime de qué tanto presumes y te diré de qué careces"] lo que Freud y Jung psicoanalíticamente diagnosticaron en su tiempo de sexualidad victoriana, de cuyos coletazos culturales seguimos padeciendo secuelas.
Aprender a reconocer los entuertos psicoculturales que los del gremio arrastramos es preciso, porque si no la historia de pareja no tendrá final feliz: repetición de la larga estela de aventuras, sin "haber volado" con real potencia orgásmica ni un poquito, ¡y menos el planear aunque esa un ratico en los Cielos del Supremo Placer!.
Es bastante la tela que hay que cortar de este tema. Baste esto por ahora.
Fluyo vertiendo Luz donde las sombras se señorean. Estoy, con este escrito, más en paz con mis entrañas y con mi conciencia.
Wladimir Oropeza Hernández
Psicólogo de la Psique