PENSAMIENTOS SUGERENTES

"Conócete a ti mismo".
Sócrates, recordando la sentencia del dios Apolo, inscrita en la entrada del Templo de Delfos

"No es mirando a la luz como se vuelve uno luminoso, sino vertiendo luz en la propia oscuridad."
Carl Gustav Jung

"En general, los hombres no quieren que se les enseñe a pensar bien; prefieren que se les diga qué han de creer."
K. Gunnar Myrdal

"Una virtud básica del hombre es el pensamiento. ... Y tu vicio básico, la fuente de tus males, es ese acto antiético que algunos practican pero que no desean admitir: el acto de dejar la mente en blanco; la voluntaria suspensión de la propia conciencia, la negación a pensar; no la ceguera, sino el rechazo a ver, no la ignorancia, sino el rechazo a conocer."
Ayn Rand. La rebelión de Atlas.

"No querría con esta obra ahorrar a los demás el que piensen; al contrario, si fuera posible, querría incitarlos a pensar personalmente."
Wittgenstein

jueves, 24 de marzo de 2011

Gestión por Talentos y Fortalezas o Competencias: Responsabilidad organizacional, gerencial e individual

El 5 de mayo del 2008 se promulgó en Gaceta Oficial N° 042 el Manual Descriptivo de Competencias Genéricas de Cargos para la Administración Pública Nacional. Allí se plasman la propuesta para establecer un nuevo modelo gerencial del talento humano para “mejorar la capacidad de gestión del Estado”. Este modelo de competencias “…tiene como fundamento último poner en funcionamiento las herramientas que posibiliten la transformación de la administración pública al servicio del ciudadano…”; y “…que el éxito de este gran reto … dependerá … principalmente de la medida en que los actores a los que esta dirigido este proyecto se conviertan en agentes de cambio, sentando las bases de una nueva cultura organizativa…”


¿A qué nos referimos con competencia, talentos y fortalezas? Comúnmente se define competencia como «aquellas características de personalidad, manifestada como conductas, que generan un desempeño eficiente o superior en una función laboral específica». Las competencias abarcan una cantidad de diversos factores: rasgos de personalidad, aptitudes y actitudes, valores, motivos, conocimientos. Los talentos podemos equipararlos con los aspectos más profundos de las competencias (rasgos, valores y motivos) al definirlos como “patrones recurrentes de pensamiento, sentimiento y conductas, que pueden tener una aplicación productiva”, siendo éstas el asiento de las fortalezas, definidas como “desempeños consistentemente casi perfectos”, desempeños de alto nivel o sobresalientes, por la conjunción de talento desarrollado y de un rol o función laboral acorde. Las fortalezas son equivalentes a las competencias, como podemos apreciar.

Aunque los actores principales a quienes va dirigido este proyecto son las áreas de RRHH, los altos directivos de la Administración y Empresas (quienes brindan su apoyo formal y cotidiano para hacer realidad la necesaria transformación tanto de la cultura empresarial como de la forma de gestionar el talento humano), y los gerentes y supervisores (quienes con RRHH seleccionan, gerencian, evalúan y promueven el desarrollo de los talentos, competencias o fortalezas), es altamente conveniente que todos los empleados se involucren en el conocimiento y desarrollo de sus talentos a fortalezas (o competencias).


Pero hay condiciones nuestras que operan en contra: nuestra raíz cultura de la ignorancia (además de las raíces del abandono y del maltrato, establecidas por Manuel Barroso en su libro "La autoestima del venezolano: democracia o marginalidad"). En general, como sociedad, tenemos muy bajo conocimiento y cultivo de nuestros talentos y competencias, fortalezas y debilidades. Es altísima la cantidad de personas que en una entrevista no saben qué responder a la pregunta sobre estos aspectos de su personalidad, incluso al nivel más sencillo de sus virtudes y debilidades. No saben en qué tipo de actividad o rol laboral son o pueden ser sobresalientes, así como en qué áreas efectivamente pueden crecer hasta ser excelentes, por poseer talentos que no estén concientizados o pulidos.


También hay una alta cantidad de supervisores que no saben detectar los talentos en sus supervisados y promoverlos a fortalezas, siendo ésta una debilidad muy presente en la gerencia venezolana. Nuestra cultura venezolana no promueve los procesos de toma de conciencia de los talentos y los valores-del-ser en las familias, ni en las escuelas o liceos, ni en las universidades, y ni siquiera en la gran mayoría de las organizaciones. De allí tanta desorientación vocacional y problemas de productividad. Es muy frecuente encontrar personas, sobre todo adultos de mediana y edad avanzada, que luego de muchos años se sienten inconformes y frustradas en sus trabajos, sin darse cuenta que tanto el medio como ella misma contribuyó a que cosechara su insatisfacción.

De acuerdo a un estudio internacional realizado por la empresa Gallup, en general apenas el 20% de las personas en las empresas, en todos los niveles, están desempeñando un cargo que les exige hacer uso de sus talentos y fortalezas: el 80% está laborando desde sus debilidades (ausencia de fortalezas o de competencias, por carencia de talentos requeridos para dicho cargo). Esto trae como consecuencia baja productividad o baja eficiencia, baja calidad de servicio prestado, bajo nivel de satisfacción, frustración y disgusto con la tarea, agotamiento, estrés.

No es suficiente el sólo conocer los talentos que nos permiten ser competentes para ser esto último. Se requiere luego que a esos talentos le inyectemos lo que sí se aprende: conocimientos y destrezas, que se adquieren estudiando y a través de la práctica de funciones laborales que demanden de nosotros hacer uso de estos recursos internos. Y con ello desarrollar distintas fortalezas a lo largo de la vida, teniendo siempre como referencia sus talentos (recuerde: los patrones recurrentes, reiterativos, espontáneos, que usted acostumbra a dar, a nivel de pensamiento, de sus sentimientos y emociones o de sus acciones, y que equivalen, en cierto grado, a los aspectos más profundos de las competencias, los rasgos, valores y motivos).


Y no es suficiente, además, implementar un sistema de gestión de los empleados en base a fortalezas o competencias si la alta directiva y los gerentes, de las empresas públicas o privadas, no están comprometidos sinceramente con el sistema. Ellos son los primeros que deben dar el ejemplo, gerenciando a sus subordinados en base a los talentos y fortalezas de éstos, en congruencia con sus valores, estimulándolos, de esta manera, a ser mejores empleados y personas. Es a través de los ejemplos que mejor se enseña. La palabra, al no ir acompañada del ejemplo cotidiano, es palabra muerta.

Por todo lo anterior, pregúntese si es directivo, gerente o supervisor: ¿Cuáles son mis talentos y competencias y las de mi equipo? ¿Cada supervisado tiene la posibilidad de dar lo mejor de sí? ¿Cómo puedo contribuir para incrementar la motivación, las competencias o fortalezas de mi equipo? ¿Qué cambios he de introducir en mi estilo de liderazgo para gerenciar efectivamente en base a los talentos y fortalezas de mis subordinados y que den de sí lo mejor?

O si es un empleado y quiere estar más satisfecho con su trabajo, rindiendo más, sintiendo que hace todos los días lo que mejor puede y sabe hacer, perfeccionándose cada día: ¿Qué talentos tengo: Emprendedor, Enfoque, Excelencia, Analítico, Estudioso, Carisma, Relación, Estratégico, Mando, Armonía, Inquisitivo, Empatía, Inclusión, Responsabilidad, Flexibilidad, Disciplina, Comunicación, Equidad…? ¿Qué competencias he desarrollado: Autocontrol, Orientación al Logro, Liderazgo, Trabajo en Equipo, Orientación al Cliente, Pensamiento Creativo, Búsqueda de Información, Desarrollo de Personas, Responsabilidad Social…? ¿El cargo que desempeño me permite poner en funcionamiento diariamente mis talentos y competencias? ¿Puedo realizar en él mis intereses, motivaciones y valores? ¿Estoy dando, desde mis fortalezas o competencias, una mejor contribución a mi familia, a mi equipo de trabajo, a los clientes, a la empresa, a la sociedad?


Bibliografía:
Barroso, M. (2007). Autoestima del venezolano: democracia o marginalidad. (3ra ed). Caracas: Galac.

Buckingham, M. y Coffman, C. (2000). Primero, rompa todas las reglas. Barcelona: Norma. [Cómo gerenciar en base a talentos, con el estudio de la Organización Gallup]
Hay Group (2004). Las competencias como herramienta para identificar individuos con alto desempeño: Una visión general. Working paper. Extraido de la web el 03 de diciembre de 2010, de https://ctp.uniandes.edu.co/Documentos/Las_Competencias.pdf

Wladimir Oropeza H.
Psicólogo / Asesor Vocacional

miércoles, 23 de marzo de 2011

Sobre nuestra independencia y nuestra cultura venezolana


19 de abril de 1810. Día de la Independencia de Venezuela
Si como muy bien ilustra Manuel Barroso, reproducimos en nuestra vida diaria y sus diferentes contextos (pareja, familiar, comunal, laboral, social, institucional, político, económico, espiritual) las raíces culturales del abandono, el maltrato y la ignorancia… Si desde los tiempos de la colonia arrastramos un conjunto de tensiones entre los diferentes estratos sociales de entonces (que podemos reducir a los "padres de familia" y a la "multitud promiscual", según nos enseña Pino Iturrieta), tensiones que han pervivido con diferentes ropajes, con sus respectivos concomitantes actitudinales y emocionales (menosprecio, repulsión, odio, resentimiento, orgullo, soberbia, igualación, exclusión, oposicionismo), junto con nuestras divisiones intrapsíquicas y paradojas psicológicas y sociales no resueltas... Si como es adentro es afuera y como es afuera es adentro (adentro de cada venezolano, afuera en los diferentes contextos de nuestra vida ya citados)… Entonces la guerra por la independencia no ha terminado: las raíces psicoculturales de la guerra independentista y la federal se mimetizaron en los tiempos de paz para renacer del sustrato de nuestra psique colectiva en nuestra actualidad. Todavía hay combustible psicosociocultural que revive la llama de la guerra que nos arde por dentro, entre diferentes aspectos de nuestra psique, y que proyectamos a nuestra realidad venezolana, actuándola en nuestra relaciones interpersonales e institucionales (a todos los niveles, en todos los estratos).

Batalla de Carabobo
Es importante que, cada uno de nosotros, concienticemos la guerra interior que libramos, que concienticemos la guerra psicosociocultura que arrastramos cual "historia detenida" (Herrera Luque) o "pasado que no pasa" (Pino Iturrieta). Que aprendamos a alcanzar la paz adentro, para poder verter la paz afuera. Y que los líderes a nivel político, económico y social reconozcan su cuota de influencia, por modelaje, sobre diversos sectores de nuestra sociedad, reconociendo nosotros nuestra cuota de responsabilidad en este proceso de pacificación tan necesario.

Atlas cargando al mundo
La preeminencia de la figura del héroe y de lo heroico es fuerte en nuestra psique colectiva, de allí la exaltación que todavía vemos genera eco en nosotros (idealización exaltada o rechazo virulento de unos y de otros: los extremos se tocan). Guzmán Blanco atinó con el culto a los héroes como mecanismo ideológico para aglutinar la mentalidad de la sociedad, por la necesidad psicológica de tales personajes que hemos tenido los venezolanos: no se le puede dejar de reconocer lo efectivo de tal estrategia. Una pregunta clave es qué implicaciones mentales, emocionales, sociales, etc., trae que nuestra psique (colectiva e individual) esté posesa por la figura del Héroe: qué forma de actuar, pensar y sentir por parte del poseso (mesianismo, intolerancia, incapacidad de escucha y de rectificación, etc.), y qué posición complementaria exige por parte de los demás (sentirse víctimas, desesperanzados, impotentes, sumisión, a la espera del héroe que los rescate, etc.). Son puntos éstos para observarlos en nuestra sociedad y en cada uno de nosotros, no escamoteándonos o mintiéndonos sobre el grado en que actuamos ambas posiciones (con la pareja, la familia, en el trabajo, en la comunidad, la sociedad, etc.).


Recordé el balance de Bolívar, quien expresó: "hemos ganado en independencia, pero no en libertad". Me parece muy acertado, porque me resulta cónsono con nuestra realidad actual: ganamos independencia política en ese entonces, pero de libertad de conciencia (la mayor y más profunda de las libertades) poco o nada (sin mencionar la independencia económica). El movimiento independentista de 1810-1811 ha sido apenas un inicio en estos sentidos.

Seguimos repitiendo complejos o patrones psicoculturales. No hemos superado psíquicamente nuestra historia. Al decir de Jean Ladrière, somos presa todavía del “Principio de Adversidad” (la "alquimia de la política"): obtenemos lo contrario de lo que buscamos conscientemente como sociedad. Es la emergencia de nuestra polaridad inconsciente que desbarata las mejores intenciones de nuestros proyectos políticos y sociales. Y vuelve al redil nuestra sombra colectiva, manifestándose lo obvio: cómo somos sordos ante nuestras polaridades, históricamente no resueltas. ¡Qué desconectados estamos de la repetición rítmica de la melodía histórica que hemos estado danzando!

Firma del Acta de Independencia de Venezuela (5/04/1811)
Hacer esos balances, tomar conciencia de nuestras tendencias históricas colectivas e individuales e introducir cambios de valores y actitudes institucionales, sociales e individuales: así daríamos, considero, un paso importante en lo que llamamos independencia. Que aquellos pasos dados desde 1810 al 1830 no tuvieron como objetivo la búsqueda de independencia según la entendemos hoy (libertad para todos, en todos los ámbitos de la vida, para obtener la felicidad anhelada), sino que tuvo como motivo central la preservación de un estatus y sus privilegios (la de los mantuanos), queriendo a su vez evitar un alzamiento por parte de la "multitud promiscual". Esa “libertad” ilusoria dista mucho de lo que necesitamos realmente: libertad de conciencia, de lo cual la educación es apenas un componente. Libertad de conciencia que no es igual a nuestro amor al caos, a la pauta compulsiva de rechazo a toda autoridad o norma (reacción a cómo ha sido, entre otros aspectos, el ejercicio de la autoridad -en la vida familiar, social y laboral-). El desconocimiento de nuestra historia, de los cambios o permanencia de nuestra mentalidad, ideas, sentires y formas de hacer las cosas a través del tiempo, además de nuestro desinterés y la deformación ideológica, contribuyen a nuestra permanencia en la inconsciencia de lo mejor y lo peor de nosotros y de nuestra cultura, que sigamos sin rumbo claro, sostenido, y el no entrever formas de transcender estas (nuestras) polaridades, y así dejar de recrear tanto nuestra guerra interior como las tres raíces (abandono, maltrato e ignorancia) en nuestro diario convivir familiar, laboral y social.

Wladimir Oropeza
Psicólogo / Asesor vocacional
Caracas, Venezuela
wladimir.oropeza@gmail.com

Bibliografía:

  • Barroso, M. (2007). Autoestima del venezolano. Democracia o marginalidad. (3ra ed). Caracas: Galac.
  • Caballero, M. (2007). Ni Dios ni Federación. Crítica de la historia política. Caracas: Alfa.
  • Herrera Luque, F. (2000). Los viajeros de Indias. (6ta ed). Caracas: Pomaire
  • Ladrière, J. (2004). L´ humanisme contemporain. En, Jean Ladrière, La Foi chrétienne et le Destin de la raison, París: Ed. Du Cerf, pp. 17-33. (Traducción de Vivero Nazario)
  • López-Pedraza, R. (2002). Sobre héroes y poetas. Caracas: Festina Lente.
  • Pino Iturrieta, E. (2008). Ideas y mentalidades de Venezuela. Caracas: Alfa.
  • Pino Iturrieta, E. (2006). Fueros, civilización y ciudadanía: estudios sobre el siglo XIX en Venezuela. (2da ed). Caracas: UCAB.
  • Quintero, I. (2008). La conjura de los mantuanos. Caracas: UCAB y Academia Nacional de la Historia. Colección Bicentenario de la Independencia

Sobre la preeminencia de la figura del héroe en nuestra psique colectiva venezolana

(Respuesta a un amigo: Marco Estanga)
Esa preeminencia de la figura del héroe en nuestra psique colectiva (necesaria en un momento y que alude a una dimensión de la vida psíquica), ha recorrido un largo camino hasta nosotros, los venezolanos. Primeramente, gestada en Grecia a través de la Ilíada y la Odisea, continuada por la obra de Virgilio en Roma y la de otros autores, traspasada a España y requerida como estilo de vida durante la Guerra de la Reconquista y la Contrarreforma española, nos llega vía la Conquista y la Colonización, junto con toda la imaginería medieval y la literatura sobre las gestas de Caballería y la noción del honor que imperó durante el Antiguo Régimen.
Pero no hubo toma de conciencia sobre la sombra del héroe, que muchas veces tomaba formas psicopáticas, titánicas, tal como lo expuso Eurípides en algunas de sus obras, y luego veríamos en la literatura de la picaresca española. Y nosotros como colectividad nos encontramos posesos sin mayor disposición de reflexión sobre el anverso y reverso de lo heroico en nuestras vidas y sus contextos.
Entiéndase que lo heroico en sí mismo no es "malo": su unilateralidad como guión de vida y el no asumir la concomitante sombra que le es inherente, sin posibilidad de asumir otras posturas vitales arquetípicas que nos impriman movimiento psíquico como colectividad (en ves de estar en la eterna repetidera del mismo ineficiente guión), es lo problemático.
Y tienes razón, Marco: lo valorado en lo heroico son las grandes gestas, las que tienen un matiz carismático de arrastre colectivo. No valorizamos las hazañas de la vida cotidiana que contribuyen a la sobrevivencia y al más allá propio de la resiliencia.
Y parece que si, amigo, seguimos necesitando de la variopinta fauna política o de otros tipos, noria de mismidades, hasta que asimilemos la imagen que nos reflejan en ese espejo que es la vida. Algo así como que en una relación de pareja, cada pareja le muestra al otro la secreta valoración que de sí tiene, al reflejarle lo mejor y lo peor del otro. Algo así como dicta la sabiduría popular: "cada pueblo tiene el gobierno que se merece". ¿Esta frase dolerá mucho leerla en los tiempos actuales? ¿Muchos se molestarán? ¡Sí! Y ante todo lo expuesto anteriormente, de cada uno depende "llorarse las mentiras o cantarse las verdades" de tal dicho. Lo cual no significa no buscar soluciones, pero considero ineludible que tales soluciones pasen por la toma de conciencia sobre lo interno en nosotros, individual y colectivamente, que proyectamos sobre el mundo externo.

Wladimir Oropeza
Psicólogo / Asesor Vocacional
Caracas, Venezuela

Bibliografía:

López-Pedraza, R. (2000). Ansiedad cultural. (2da ed). Caracas: Festina Lente.
López-Pedraza, R. (2002). Sobre héroes y poetas. Caracas: Festina Lente.
Uslar Pietri, A. (1990). Cuarenta ensayos. Caracas: Monte Ávila.

  • Herminda Romani
    El arquetipo del héroe es muy complejo en si, trae muchas responsabilidades, aparte de asumir roles ó situaciones que no deberías; es muy pesada la carga de mantener la postura del héroe porque se supone que es perfecto, o sea no comete errores, no es de este mundo ,je je je. La historia de la Humanidad así nos lo ha hecho saber; el colectivo es una energía que debemos discernir y filtrar con mucha cautela y a distancia porque si no, nos arrastra sin darnos cuenta, tener conciencia de los aconteceres para estar informado. Tú lo has expresado muy bien; en lo interno esta la única verdad. Gracias Wladimir.....
  • Wladimir Oropeza
    ¡Sí Herminda! Mencionas dos cosas importantísimas.
    1) La actuación heroica conlleva en muchas ocasiones de injusticias autoimpuestas, de autosacrificios que no son evolutivos (¿hay a estas alturas sacrificios evolutivos? No parece. ¿Y para qué andar de ambulancia a diestra y siniestra?). Y por eso es una de las cosas que bien comenta Ayn Rand en "La rebelión de Atlas". ¿Cargar el mundo a cuesta? ¿Las responsabilidades no asumidas de otros? El brindar servicio puede esconder, muchas veces, tonalidades heroicas que es importante concientizar. De allí el principio de Cristo muy sabio "no echéis las perlas a los cerdos", o de otra forma, "has bien, mirando a quien", muy al contrario de lo que usualmente se dice.
    2) Hay que discernir lo que nos proviene del colectivo. Excelente Herminda! Jung nos enseña que es importante ser verdaderamente un individuo, y esto implica discernir lo que nos viene de la psique colectiva (consciente e inconsciente) para no seguir actuando como autómata, atendiendo al proceso de individuación del Sí mismo (o del Ser): atender tu verdadero proceso de autorrealización.
    Gracias a ti Herminda!!
  • Colombia Amezquita
    LOS HEROES SON MUY INTERESANTES FELICES O NO ACERTADOS O NO, SON UNA SINTESIS DE LA MASA.
  • Wladimir Oropeza
    ¡Gracias Colombia! Los héroes son una dimensión de la vida humana que respondieron a una necesidad, donde la vida demandaba mayormente una actitud extrovertida, volcada sobre la acción en el mundo, carismáticamente arrastrando a las mayorías.
    Hoy en día se requiere la asunción de otra actitud, de otro arquetipo que pide una visión más introvertida, más volcada sobre nuestro mundo interior, concientizando nuestra Sombra, nuestro yo inferior individual y colectivo, a la vez que nuestro Ser y el Principio Rector de todo lo existente (llámesele como se lo quiera llamar). Esto no implica dejar de actuar sobre el mundo, pero sí concientizar qué hemos dejado a un lado en todos estos siglos como faena colectiva, haciendo insight sobre la polaridad inconsciente del héroe, polaridad desde la que terminamos, la generalidad de las veces, boicoteándonos los mismos proyectos heroicos. ¿Acaso nuestra historia universal y la venezolana no da muestras de ello?
  • Uxmal Amezquita
    Epale a todos...
    Hay detalles que no se han mencionado aquí, como por ejemplo, el tratamiento que se le haría al Maestro Jesús El Cristo como héroe....
    y en otro orden de ideas seria la misión dada a ciertas personas sea por cualquiera de sus habilidades o capacidades por el Dios Padre Universal para realizarlas, a pesar de no querer realizarlas u obligados por las circunstancias.... seria interesante reflexionarlas.
    Por otro lado el famoso dicho ese que dice "has el bien sin mirar a quien", hay que tener cuidado ya que este dicho fue elaborado muy abajo a fin de desequilibrar el orden universal.
  • Wladimir Oropeza 
    Muy interesante Uxmal! Incorporas la dimensión espiritual, mística (no religioso-eclesiástico), de la vida, que en general tendemos a excluir o no tocar, porque el predominio de la visión cientificista-reduccionista de la Modernidad y el pesimismo ilustrado de la Posmodernidad tienen todavía mucho peso en nuestra psique colectiva, aspectos éstos de los cuales cada quien asumirá una posición (según su experiencia y conciencia), en caso de haber discernido sobre estos tópicos.

    Tu comentario me entusiasma a hacer una aproximación reflexiva, que ojalá pudiera darle visos de ejercicio literario-psicofilosófico.

    1) A CristoJesús no lo vería como héroe. Aunque muchos lo tildarían de mesiánico, él vino, desde mi perspectiva personal (una de tantas de las que existen) a liberar nuestra Conciencia, a que reconociéramos nuestro nivel divinidad, a que nos abriéramos a la dimensión transpersonal del Amor y reconociéramos nuestra filiación con Dios. Y dijo claramente "no echéis las perlas a los cerdos", que para mí es otra forma de decir "haz bien mirando a quien", equivalente a dar "amor con sabiduría" como dijo alguien sabio. Y ni qué decir sobre su conciencia respecto al tema del mal en general y del mal particular que nos habita ("no resistáis al mal", frase suya). Aspectos éstos muy distantes de las grandes figuras posesas por la figura del héroe, como bien nos los pintas los clásicos griegos, y que mantienen el mismo perfil hasta nuestro tiempo (por ejemplo, proyectar el yo inferior o sombra afuera, tildando a muchos de enemigos, y encontrando eco de esto mismo en otros que lo siguen o lo adversan de manera furibúndica: "los extremos se tocan").
    2) Tocas otro punto que pareciera no tener que ver con el tema de lo heroico, pero sí lo tiene: la misión y los talentos. La Parábola de los Talentos (Mt., 25: 14-30) considero da una excelente respuesta a tus inquietudes. Equivalentes de lo que llamas misión: Desde la Psicología Arquetipal las personas tienen una vocación, un llamado; o desde Jung alcanzar la individuación; o desde la Psicología Humanista hay un proceso de autorrealización del propio Ser qué atender. Y estos aspectos (vocación, individuación, autorrealización) están casados con talentos (capacidades) para realizar nuestro "llamado" (no importa si se cree en esto desde una óptica espiritual). Pues bien, en esta autorrealización se requiere de rasgos heroicos para asumirlos y materializarlos, y poder bregar con los obstáculos internos y externos. Y aquí es muy provechoso la ejemplificación de lo heroico en consonancia con el trabajo interno, como lo ilustra la obra "Los Trabajos de Hércules" de Alice Bailey. Esta es una óptica donde se aprecia el valor evolutivo de lo heroico como actitud ante la realización del propio Ser, del llamado, de los talentos. Sólo agregaré que el no atender al proceso de autorrealización personal es uno de los mayores actos de incongruencia consigo mismo, con "su" Ser, con el propio poder de realización, la propia felicidad... La Parábola de los Talentos te describe qué se cosecha si se lleva a cabo o no este trabajo, que por las condiciones de nuestro mundo requiere de una actitud heroica muy distinta del típico héroe poseso por esta figura arquetipal.

    Gracias Uxmal, por tus comentarios y la oportunidad para compartir reflexiones, sentires y vivencias!
  • Felix Gomez
    El tema abre un abanico de perspectivas muy amplias y complejas y creo que las espirales dinámicas tienen mucho que decirnos acerca de esto los invito a iniciar un Chat para conversar y debatir este tema en relación a lo que esta pasando en nuestra sociedad , el mito de Bolívar, el síndrome de los Héroes Muertos; solo conversando podemos iniciar algo, de pequeñas cosas grandes suceden .

    EL Ultimo libro de Axel capriles "El Triunfo del Tío Conejo" de Axel Capriles da en el clavo en eso de la relación entre el Héroe y el Pícaro y la psicopatología que existe en todo esto.
  • Oniska Fernandez Esto quiere decir que tenemos que trabajar duro para ser mejores cada día... y estar atentos.
  • Marco Estanga
    Acuso recibo de tu respuesta.

    Comparto contigo que la figura del héroe ha sido necesaria, y pienso que en algún grado aún lo es para nuestra marcha sobre la historia, mas como lo señalas, no ha habido escucha sobre la sombra del héroe, que le acompaña de forma natural, pues la sombra es parte de la naturaleza del alma. Cuando te hablo de la sombra no me refiero solamente a esos aspectos oscuros, ciertamente patológicos que pueden acompañar al guerrero heroico, también me refiero a los talentos escondidos en la psique y que fueron reprimidos en la persona: Muchos guerreros heroicos se han destacado tanto por sus métodos de tortura como por sus expresiones artísticas relativamente bien elaboradas. Habría que reconocer entonces que los héroes tienen su grado de normalidad maligna tanto como benigna, porque a todo ser humano le corresponde llevar la luz y la sombra de su alma.
    El problemas es cuando los grupos de poder utilizan la luz del guerrero heroico para tapar sus sombras, (Aquí tendríamos que tratar el asunto del claroscuro del héroe que sirve de referencia pero no me quiero desviar), o utilizan las sombras del guerreo heroico para justificar las propias.
    Estoy claro en mi pensamiento en que todo gobierno refleja lo que la colectividad tiene en su propia alma. Más también pienso que el que ejerce el poder puede ayudar a sanar la sombra de su pueblo o intensificarla para su propio poder: Observa a Hitler en Alemania o a Milosevic en Bosnia Herzegovina y el ejemplo de Mandela en Suráfrica. En todos los casos los pueblos tenían bastantes ingredientes de violencia, odio y resentimiento para desatar el infierno en la tierra, tal como ocurrió en los dos primeros casos, pero no en el último que te nombro, porque ese otro líder, Mandela, supo domesticar la sombra personal y la sombra de su pueblo no encontró la resonancia para manifestarse en toda su extensión, dando paso a un proceso de sanación colectivo.
    Tenemos que asumir otras posturas arquetipales, otros fundamentos éticos para reconocer esa sombra que nos acerca a un sino trágico y buscar, no su contraparte, sino más bien en otra parte, unos nuevos modelos de entendimiento colectivo.
    Tenemos suficiente recorrido heroico cotidiano como para poder iniciar un cambio desde abajo, con verdadero reconocimiento de nuestra oscuridad y de nuestra luz. Hemos demostrado resiliencia porque no sólo es que hemos resistido ya muchos golpes como colectivo y como individualidades, sino que hemos demostrado que se nos pueden doblar las rodillas pero no caer, y seguimos avanzando con todo y los porrazos. Pero estamos en una coyuntura: O reconocemos nuestro lado feo y tácitamente compartido como sociedad, y buscamos la otredad o nuestra propia sombra colectiva reclamará su autonomía y ya sabemos a que lleva eso.
    Reitero lo que escribí en la nota originaria: es importante que reconozcamos los méritos humanos y falibles de nuestros guerreros heroicos, dándoles su justo lugar (con su luz y su sombra) como figuras históricas y denunciando la apropiación y explotación de su imagen a favor de los que detentan el poder…es un buen paso para empezar a reconocernos íntegramente…Seguimos conversando
  • Wladimir Oropeza Esa es la idea, Oniska: trabajar de la forma más placentera posible en nosotros mismos, conociendo nuestra luz y nuestra oscuridad, realizando nuestro "sino", como bien menciona Marco.
  • Wladimir Oropeza 
    Gracias Marcos por responder, para que así pueda la información llegar a mayor cantidad de personas.

    Y respondiendo a tus excelentes comentarios ¡Sí! Al hablar de Sombra se habla de los aspectos no conscientes que pudieran ser positivos o negativos (términos estos que no me gustan mucho). En general muchos son desconocidos, y otro montón son reprimidos o tratados mediante diversos mecanismos de defensa, para que no arriben a la conciencia. Un héroe puede expresar aspectos positivos, que al ser manifestados normalmente pudiéramos considerarlos no como Sombra, porque ya están integradas a la personalidad (ejemplo, en la película "El último Samurái", el Samurái manifiesta un nivel de integración entre aspectos que podríamos llamar de forma genérica yang o masculinos y ying o femeninos, que podría sonar extraño para nuestra cultura machista). También al hablar de Sombra incluyo esos aspectos positivos no conscientes (Sombra dorada, al decir de Jung), pero reconozco que hago énfasis en los otros, en aquellos desde los cuales nos boicoteamos los mejores proyectos de productividad, felicidad, prosperidad, evolución, etc., aspectos que muchas veces son característicamente titánicos (López-Pedraza).
    Contribuir a concientizar y sanar la propia sombra y apoyando a otros en estos procesos respecto a sus sombras, así como crear condiciones para la toma de conciencia colectiva sobre la sombra colectiva, es una tarea que considero necesaria y urgente en nuestra cultura.
    Y es cierto: los líderes pueden contribuir a manifestar o a resolver la Sombra colectiva (domesticarla suena más propio de una psicología de la adaptación, que a la final no permite trascendencia alguna).
    Estamos de acuerdo entonces en que nos urgen otras posturas arquetipales, que pueden requerir como requisito el logro de un mayor nivel de pacificación interna y de integración de aspectos escindidos. Por ejemplo, si hablas de entendimiento colectivo, muy probablemente estés refiriéndote a procesos donde esté incluida la "empatía", que tiene un fuerte componente emocional. Si estamos peleados con nuestra sensibilidad (como de hecho ocurre en nuestra cultura latina machista), el entendimiento no podrá llevarse realmente a cabo, porque se cojeará de una condición necesaria.
    Comenzar una cambio desde abajo...! ¡Vaya amigo! ¡Eso sería bien interesante! Es un aspecto con el cual estoy en buena medida de acuerdo. O un trabajo hecho tanto desde abajo como desde arriba: desde la base y con los líderes y las élites, sin dejar de incluir a las instituciones. ¡Claro! ¿Qué líder político o social se avizora con estos intereses actualmente? Dejo la pregunta en el aire.
    Reitero tu reiteración: como ejercicio educativo, sería buenísimo enseñarlo en los colegios: estudiar nuestra historia desde una óptica más equilibrada, integrada, donde podamos estar claros en los contextos y calibrar a nuestros personajes históricos en sus pros y contras, en sus aciertos y desaciertos, en su luz y en su sombra. A la vez que propiciamos ese enfoque, esta visión, en nosotros mismos (en nuestro presente): individual y colectivamente.

martes, 22 de marzo de 2011

Los arquetipos y su función en la vocación del hombre

La vida humana corre por ciertos derroteros marcados por los arquetipos. Estén o no conscientes las personas de ello, su vida está signada por patrones arquetipales que la llevan en determinada dirección. Nuestra vida no sólo está regida por causa eficientes y formales, como los factores ligados a la genética y los ambientales, sino también por causas finales, al decir de Aristóteles, y redescubierto luego por Jung. Aunque pensemos que somos movidos por puras causas que van linealmente del pasado-presente al futuro, lo arquetipal nos habla de una realidad transpersonal que busca actualizar, hacerse presente, en nuestra vida: una pauta que nuestro Ser busca autorrealizar.


¿Cuál es la pauta arquetipal que dirige tu vida?


Para muestra de aquellos que quieran adentrarse un poco en este tema, les invito a leer el siguiente artículo, con el cual pueden adquirir una primera panorámica sobre la función biográfica de los arquetipos y su impacto en la vocación del hombre.


Este será un primer artículo de una serie sobre el tema.


Buen provecho y buena digestión mental-emocional.


Wladimir Oropeza
Psicólogo / Asesor Vocacional

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LA FUNCIÓN BIOGRÁFICA DE LOS ARQUETIPOS. A PROPÓSITO DE MIRABEAU O EL POLÍTICO


Juan Padilla Moreno

Siempre he creído ver en Mirabeau una cima del tipo humano más opuesto al que yo pertenezco, y pocas cosas nos convienen más que informarnos sobre nuestro contrario. Es la única manera de complementarnos un poco. Nada capaz para la política, presumo en Mirabeau algo muy próximo al arquetipo del político”. Así introduce Ortega en su librito Mirabeau o el político, publicado en 1927, el concepto de “arquetipo”. A renglón seguido afirma: “Arquetipo, no ideal. No deberíamos confundir lo uno con lo otro”. Tenemos, pues, un concepto: el de arquetipo; un ejemplo: el arquetipo del político; y un caso que se presenta como cima de este arquetipo concreto: el de Mirabeau. Vamos a tratar de aprehender desde un punto de vista filosófico la realidad a que está refiriéndose Ortega.

Es sabido el interés de Ortega por el conocimiento biográfico. Fue gran lector de biografías, y autor de algunas, aunque en un sentido poco convencional. Esta de Mirabeau es una de ellas. En el género biográfico se pueden incluir escritos como Kant (1930), Goethe desde dentro (1932), Velázquez (1954), Goya (1958); pero la lista sería mucho más larga si incluyéramos artículos y escritos más breves. El grado de profundización en la vida de los personajes en cuestión es distinto según los casos. En algunos, como el de Goethe, lo que más le interesa a Ortega es desentrañar la vocación más íntima y auténtica del personaje y señalar su grado de fidelidad a la misma. Son quizá las biografías en el sentido más propio de la palabra. Algo semejante ocurre con su semblanza de Velázquez. En sus escritos sobre Kant, en cambio, el interés se dirige especialmente a la comprensión de la circunstancia histórica en que brota la obra del genial filósofo. En Mirabeau o el político Ortega busca otra cosa. No le interesa la vida íntima ni la vocación más honda de Mirabeau (que le parece, por lo demás, poco atractiva). Tampoco le interesa especialmente su contextualización histórica. Lo que persigue en él son los resortes internos que lo constituyen en caso ejemplar y extremo de un arquetipo, el del político. Más que su vida le interesa su ejemplaridad; le interesa su vida en cuanto que es ejemplar. Pero como se trata de una ejemplaridad vital, de arquetipos vitales, biográficos, es menester verlos en ejecución, actuando.

Lo que mueve a Ortega, como veremos, es un interés hondamente metafísico. Porque, no nos engañemos, “arquetipo” es un concepto metafísico, y lo que vamos a presenciar es una batalla más de Ortega contra el idealismo, el idealismo metafísico.

Arquetipo, en efecto, se opone a ideal. “Los ideales son las cosas según estimamos que debieran ser. Los arquetipos son las cosas según su ineluctable realidad. Si nos habituásemos a buscar de cada cosa su arquetipo, la estructura esencial que la Naturaleza, por lo visto, ha querido darles, evitaríamos formarnos de esa misma cosa un ideal absurdo que contradice sus condiciones más elementales”. Los arquetipos son, por lo pronto, las condiciones que impone la realidad a cualquier proyecto vital, a cualquier biografía; condiciones básicas de compatibilidad. Son esquemas de tipos humanos constituidos por los rasgos mínimos “composibles”, como diría Leibniz. Los arquetipos se definen por contraposición; lo decisivo es que hay rasgos, notas, que son incompatibles, que se excluyen. Esto, que en la naturaleza resulta evidente, no lo es menos en la vida humana, si se toma en su integridad, con todos sus elementos constitutivos, los elementos necesarios y los de libre configuración.

Si los ideales se tomaran en serio, tendrían que partir de los arquetipos. Antes de preguntarnos sobre la configuración ideal de una vida, para que este ideal tenga verdadero relieve y contenido, tenemos que preguntarnos por la posibilidad concreta de su realización; y no por lo que respecta a las circunstancias contingentes y azarosas, sino en lo tocante a la posibilidad de estructuración de los elementos vitales básicos. El estudio de los arquetipos sería en este sentido estructuralismo; no un estructuralismo inerte, sino un estructuralismo biográfico. Los ideales humanos y morales quedan reducidos, de lo contrario, a meras abstracciones.

El idealismo que no tiene en cuenta las condiciones impuestas por la realidad propone como “deseables”, no sólo cosas que de hecho no son deseables en el sentido de que no pueden desearse eficazmente, sino además cosas que son deseables en muy escasa medida precisamente por su grado de abstracción, que las hace muy poco apetecibles. Sólo lo que se imagina con cierta concreción resulta realmente atractivo. “El ‘idealismo’ vive de falta de imaginación”. “El ‘ideal’ al uso es menos, y no más, que la realidad”.

Esto, por supuesto, no significa que no haya imperativos ideales en la vida. Los hay; pero estos imperativos no constituyen un bloque monolítico, no son un esquema fijo, sino varios —según los arquetipos—; y, en definitiva, los hay en la vida de cada cual. ¿Significa esto que lo que es bueno para unos no es bueno para otros? Significa que lo que unos pueden, otros no pueden hacerlo —se entiende, mientras sigan siendo lo que son.

Todas estas ideas generales las va descubriendo Ortega magníficamente en su ensayo sobre Mirabeau o el arquetipo del político. Y viene a cuento de que, habiendo sido Mirabeau un político genial que anticipó, en el agitadísimo período de la Revolución Francesa, lo que sería la política del siglo XIX, fue sometido a una especie de proceso post mortem y expulsado del Panteón de Grandes Hombres porque se habían descubierto ciertas “inmoralidades” en su vida. Joseph Chénier lo acusó ante la Asamblea afirmando que “no hay grande hombre sin virtud”.
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“La humanidad es como una mujer que se casa con un artista porque es artista y luego se queja porque no se comporta como un jefe de negociado”, dice Ortega. Tanto el artista como el jefe de negociado pueden ser hombres “virtuosos”, pero las virtudes que tengan en cuanto tales no serán las mismas. Esta es la cuestión. Joseph Chénier es un alma mediocre, y lo que dice sería cierto si estuviera juzgando a un hombre como él. Pero cuando se trata de un hombre grande, magnánimo, las virtudes de que se trata son otras. No es que las virtudes del pusilánime (la honradez, la veracidad, la templanza sexual) no sean virtudes; lo son. Pero en el sistema de las virtudes del alma grande y creadora, las que podríamos llamar virtudes conservadoras desempeñan un papel subordinado. Y no reconocer esta subordinación supone en el fondo una perversión moral, “pues no es sólo inmoral preferir el mal al bien, sino igualmente preferir un bien inferior a un bien superior. Hay perversión dondequiera que hay subversión de lo que vale menos contra lo que vale más. Y es, sin disputa, más fácil y obvio no mentir que ser César o Mirabeau” [1].

Esto plantea un problema moral, que es a la vez biográfico y metafísico. “En vez de censurar al grande hombre porque le faltan las virtudes menores y padece menudos vicios, en vez de decir que ‘no hay grande hombre sin virtud’, en vez de coincidir con su ayuda de cámara, fuera oportuno meditar sobre el hecho, casi universal, de que ‘no hay grande hombre con virtud’; se entiende con pequeña virtud” [2]. Es un hecho que puede resultar incómodo, perturbador, inquietante; pero es un hecho, que no puede eludirse.

“Es posible que el régimen de magnanimidad —sobre todo en el hombre público— incapacite para el servicio a las virtudes menores y arrastre consigo automáticamente la propensión para ciertos vicios”. Cabe contestar que, en principio, esta incompatibilidad no es absoluta; pero, dado que no vivimos en una circunstancia ideal, sino concreta y limitada, la imposibilidad puede ser perfectamente real.

Los arquetipos, además de esta dimensión moral, tienen otra, previa, psicológica —con raíces incluso fisiológicas—. Pensemos en el arquetipo del político. En la vida se puede ser o impulsivo o reflexivo. ¿Se puede ser las dos cosas al mismo tiempo? Nuestra personalidad puede estar constituida por distintas dosis de estos componentes. Nadie carece enteramente de ninguno de los dos. Pero no se puede ser las dos cosas, impulsivo y reflexivo, al mismo tiempo. En el político domina la impulsividad. El político es un hombre de acción. “Todo menos soñar; es decir: imaginar que se hace algo sin hacerlo”. El impulsivo actúa, y luego, acaso, reflexiona sobre lo que ha hecho. La reflexión, en caso de darse, es posterior, no previa (por eso, el acto moral por excelencia de este tipo de caracteres es el arrepentimiento, no la abstención del mal; sólo se puede reclamar de ellos “una bondad homogénea con su temperamento”, “una bondad impulsiva, que no resulta de una deliberación, como la escrupulosidad, sino de la sanidad nativa de los instintos”). El hombre de acción se ocupa; el intelectual se preocupa.

El hombre de acción además, y el político de manera especial, es poco escrupuloso con la verdad; no se preocupa mayormente por la precisión y veracidad intelectuales. Tiene incluso cierta afición a la farsa y el histrionismo.

Vive volcado al exterior, identificándose con los conflictos de su entorno; lo que tiene dos grandes consecuencias psicológicas: en primer lugar carece de intimidad y, en segundo lugar, muestra una sorprendente falta de susceptibilidad. Por carecer de intimidad, suele ser, según Ortega, un hombre poco interesante para las mujeres, al menos para las no afectadas de frivolidad. Esta ausencia de intimidad hace que, por otro lado, apenas se le pueda acusar de egoísta, porque su yo, su interés, suele coincidir con algo que está fuera de él, que abarca e interesa a más gente. Respecto a la falta de susceptibilidad, dice Ortega: “¡Bueno fuera que, obligado a resolver conflictos exteriores, llevase también en su interior conflictos! Por fortuna, existe lo que yo llamo un cutis de grande hombre, una piel de paquidermo humano, dura y sin poros, que impide la transmisión al interior de heridas desconcertantes. También habría incongruencia en exigir al político una epidermis de princesa de Westfalia o de monja clarisa” [3].

Todos estos elementos (“impulsividad, turbulencia, histrionismo, imprecisión, pobreza de intimidad, dureza de piel”) son necesarios, forman parte del arquetipo. Pero no bastan para constituir a un gran político. Además de estos rasgos de carácter, hacen falta otras cualidades más específicamente políticas. El político tiene que tener tacto y astucia para conseguir de otros hombres lo que desea. Tiene que tener “cierto sentido, y como afición nativa a la justicia”. Tiene que saber administrar, al modo de una industria, los intereses materiales y morales de una nación. Todo esto es necesario, pero no basta. El gran político viene a ser “como un alto edificio, en que cada piso sostiene al que le sigue en la vertical. La política es la arquitectura completa, incluso los sótanos”. Las cualidades extrañas y más o menos viciosas son “los cimientos subterráneos, las oscuras raíces que sustentan el gigantesco organismo de un gran político”.
Finalmente, nos da Ortega la definición de lo que constituye para él al gran político. “Hay un sentido de la palabra ‘política’ que me parece la cima de su complejo significado y que es, a mi juicio, la dote suprema que califica al genio de ella, separándolo del hombre público vulgar. Si fuese forzoso quedarse en la definición de la política con un solo atributo, yo no vacilaría en preferir éste: política es tener una idea clara de lo que se debe hacer desde el Estado en una nación” [4].

Son de alguna manera las cumbres las que definen los arquetipos. Y lo son porque en ellas se dan los verdaderos ideales, los ideales realizados, los ideales que se apoyan en la verdadera estructura de la realidad.
Ortega no niega el ámbito del deber ser, no niega en este sentido los ideales. Negar el deber ser sería negar la historia. Sería afirmar los arquetipos en un sentido mítico frente a la innovación, que es lo propio del ámbito de la moral, del deber ser. Si no hubiera más que realidad en el sentido de necesidad, sólo habría arquetipos en el sentido de las culturas primitivas, eterno retorno [5]. Ortega evidentemente afirma los arquetipos en otro sentido. En un sentido que no niega los verdaderos ideales, los que traspasan la realidad asumiéndola, no haciendo abstracción de ella. Ni mero ser ni mero deber ser, sino deber ser lo que se pueda ser.

Aún hay que decir algo más acerca de los “vicios” propios de un prototipo humano y de un hombre magnánimo. Dado que las sombras son inevitables en medio de las luces, lo que hace que un ser humano, a pesar de tener sombras, sea un buen ejemplar de un tipo determinado es que esas sombras estén en su debido sitio; es decir, estén en función del proyecto que tal tipo humano encierra. Por ejemplo, se ha reprochado a Mirabeau su venalidad; y es cierto que Mirabeau se vendió. Pero lo que hace de Mirabeau un magnífico ejemplar de político es que no hizo su política en función de esta venalidad; sino al contrario, su venalidad estuvo en función de su elevada visión política. Si era inevitable venderse a alguien, lo hizo con suma elegancia.
No sólo eso. El hombre grande, por la intensidad de su acción, está expuesto a mayores riesgos. No es más virtuoso el que menos cae en la tentación, sino el que más veces la supera. “El venal Mirabeau es uno de los hombres que se han vendido menos, si se advierte que es uno de los hombres que más se ha querido comprar. El pusilánime, al hacer su cuenta al grande hombre, olvida siempre el otro factor, que es el esencial: su grande hombría” [6].
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Una verdadera psicología empírica debería trazar los perfiles de estos arquetipos. No es tarea fácil. Se trataría probablemente de una clasificación no menos rica que la de las especies animales y vegetales, con la complicación añadida de la variabilidad histórica y biográfica propia de lo humano. Ortega, en otros escritos, se ha ocupado también de otros “arquetipos”. Es muy interesante, por ejemplo, a este respecto, su Prólogo a Aventuras del capitán Alonso de Contreras, de 1943. Se trata en él del arquetipo del aventurero. Si el tipo del político era contrario al intelectual Ortega, lo es más aún el del aventurero, tal como él nos lo describe. Pero Ortega, como dice él mismo, quiere “dilatar su horizonte de humanidad”. El caso del capitán Contreras es también ejemplar: “La existencia de Alonso de Contreras nos presenta un ejemplo superlativo y químicamente puro de hombre aventurero”. El aventurero tiene muchos rasgos en común con el político: la impulsividad, la falta de reflexión e intimidad, el coraje y la energía física... A veces coinciden en una misma persona, como en el caso de Napoleón (“el mayor aventurero”, que confesaba: D’abord je m’engage, puis j’y pense). Al aventurero y al político los compara Ortega con un titán (más y menos que un hombre). Aunque la imagen zoológica más expresiva del aventurero es la del saltamontes.
Sin embargo, el verdadero político, el político completo, tiene una nota de intelectualidad que falta en el aventurero y que es necesaria en este para tener una “idea clara” de su misión. “Esta nota de intelectualidad —dice en fin Ortega— que, como un fuego de San Telmo, corona la enérgica figura del hombre de acción, es, a mi juicio, el síntoma que distingue al político egregio del vulgar (animalote) gobernante. Porque esos otros ingredientes, sin duda brutales, que constituyen su soporte vital, su peana psicofisiológica, aparecen en no pocos individuos. Casi todos los hombres de acción los poseen. Pero éste es, a mi juicio, el error: creer que un político es, sin más ni más, un hombre de acción, y no advertir que es el tipo de hombre menos frecuente, más difícil de lograr, precisamente por tener que unir en sí los caracteres más antagónicos, fuerza vital e intelección, impetuosidad y agudeza. (...) Conviene dar nombre a esa forma de intelectualidad que es ingrediente esencial del político. Llamémosla intuición histórica” [7].

A través de la biografía de Mirabeau, sucintamente expuesta entresacando unos cuantos rasgos y gestos expresivos, Ortega dibuja en su ensayo esa figura humana que es el político, uno de los muchos tipos que constituyen la estructura empírica de la vida humana, según la acertada fórmula de Marías. Un análisis riguroso de la vida humana, de la vida biográfica, descubre esta y otras estructuras que aportan a la vida de cada cual su dosis de fatalidad. Son las generaciones históricas otra estructura fatal; pero los arquetipos se sitúan en un estrato de la realidad todavía más hondo. Sin atrevernos a decir que sean intemporales —sería una exageración, es decir una falsedad—, sí diríamos que subyacen a las generaciones o, usando la bella expresión de Unamuno, que son intrahistóricos. Ortega insiste en que la vida es libertad. Pero sabe igualmente que no es sólo libertad. No se deja deslumbrar por ella. Para él la vida es un fatídico elegir, un tener que ser forzosamente libres. Pero la elección no es absoluta. El margen de elección es muy reducido. Es menester escoger entre un repertorio limitado de posibilidades, a lo sumo inventar algunas nuevas, condicionadas por nuestro pasado. Es lo que Sartre no quiere ver. Je ne peux pas me choisir comme n’importe quoi. Y sobre todas esas forzosidades se asienta, o mejor, surge en medio de toda ellas, esa otra forzosidad sui generis que es la vocación.
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[1] Obras completas, III, Alianza Editorial – Revista de Occidente, Madrid 1987, 613-614.

[2] Obras completas, III, ob. cit., 610.

[3] Obras completas, III, ob. cit., 625.

[4] Obras completas, III, ob. cit., 625.

[5] Cf Mircea Eliade, Le Mythe de l’éternel retour, Gallimard, París 1969, especialmente el capítulo Archétypes et répétition.

[6] Obras completas, III, ob. cit., 616.

[7] Obras completas, III, ob. cit., 635 y 636.

Circunstancia. Año III - Número 6 - Enero 2005
Ensayos - Fundación Ortega y Gasset

http://www.ortegaygasset.edu/contenidos.asp?id_d=357