La conciencia de fracaso y el principio de adversidad en la vida individual y colectiva
Como bien dice López-Pedraza, escribir sobre este tema, tomando en cuenta la tremenda orientación de nuestra cultura occidental hacia el culto extremo del éxito, hacia el triunfalismo, es complicado, ya que el proponer una entrada de la conciencia en estas aguas se hace difícil, porque lo relativo al fracaso (aquello que se repite como desastre, naufragio, desencanto , una y otra vez, aunque los episodios vistan diferentes ropajes) es objeto de una fuerte represión, no queriendo la gente en general saber de esto. Dice López-Pedraza que tomar conciencia de este aspecto (la conciencia del fracaso, de sus factores) nos empuja a un acto de reflexión (y pudiéramos agregar de valentía y honestidad), valga decir, a hacer un alto dentro de la locura y agitación en la que vivimos, para volcar la mente hacia adentro de nosotros (en lo individual y colectivo) y concientizar un movimiento psíquico que nos hace resistencia ante nuestros intentos de avance y nos invita a su reconocimiento.
Comenta el autor que la conciencia de fracaso se puede evidenciar en sus primeros pasos cuando alguien decide entrar en psicoterapia (o también al realizar una búsqueda espiritual auténtica, no “ligth”, agregaría) y dice estar experimentando una crisis o usa palabras similares. Pero ello no asegura que tome conciencia de la dimensión de su fracaso y de sus implicaciones, en términos de una necesidad de reorientar su vida. Más bien se puede buscar reforzar, con la psicoterapia, sus fantasías de triunfo y éxito. Esto puede deberse a la presión de lo colectivo:
Es fácil ver, a través de la historia, que la familia, la sociedad y lo colectivo han exigido y se han interesado solamente por el triunfo. … Visto desde la polarización que conlleva la conciencia colectiva, cuanto cae bajo el término fracaso está reprimido y descartado. Demandamos triunfo y esta demanda es tan imperiosa que se debe triunfar cueste lo que cueste, saltando las barreras que haya que saltar, sean las que sean; la única consigna es el triunfo y, frecuentemente, un triunfo hecho deber (López-Pedraza, 2000).
La demanda de triunfo se vuelve, entonces, repetición compulsiva, en nuestra vida individual y colectiva; un dar una y otra vez con la misma piedra. Es necesario aprender a bucear en las aguas de estas profundidades psíquicas individuales y colectivas, para concientizar nuestros automatismos psíquicos inconscientes de fracaso y aprender a resolver estas complejidades ideoafectivas, porque “…un complejo (trozo de historia) que no se reflexiona, es decir, que no se hace consciente, se repite y aparece en nosotros con potencial destructivo” (López-Pedraza, 2000).
No es poco frecuente encontrar personas adultas, entre los cuarenta y cincuenta años, viviendo la misma(s) fantasía(s) que gestaron durante su adolescencia sin pasar a revisar las condiciones de posibilidad que permitirían hacerla(s) factible(s), lo cual es indicación de existir en ellos una parálisis psíquica que no ha sido reflexionada ni, por ende, superada.
La experiencia de fracaso, abordada de manera adecuada, sin actitudes de ninguneo, puede ser la fuente de una conciencia distinta, más armónica y con reales posibilidades de materializar sus proyectos. De allí, desde esta óptica de la psicología arquetipal, la necesidad de una entrada en el ámbito de lo inconsciente para salir de nuestra noria de mismidades: nuestra “historia detenida” (Herrera Luque) o de “el pasado que no pasa” (Pino Iturrieta); reconocer que necesitamos “ver y aprender del lado más oscuro, del lado opuesto y reprimido [de nuestra vida], y que [necesitamos] tener una conciencia bien dispuesta para reconocerlo y valorizarlo” (López-Pedraza, 2000).
Es por la necesidad de reflexión de estos aspectos no reconocidos, inconsciente, generadores de una inercia psíquica opuesta a nuestras metas conscientes, que un filósofo francés, Jean Ladrière, llegó a establecer el Principio de Adversidad: existen en el ser humano aspectos suyos inconscientes, individuales y colectivos, que adversan, se oponen, a nuestros proyectos, igualmente individuales y colectivos, haciéndonos morder el polvo del fracaso.
La adversidad introduce la contradicción: ella opone al proyecto una fuerza que obra en sentido inverso, que compromete su realización e incluso a veces lo destruye.
Tenemos que vérnoslas aquí con lo que ocurre de manera inesperada en la historia, con el puro accidente, con la contingencia del acontecimiento, pero también con esos efectos indirectos producidos por la misma acción, sin haber sido expresamente queridos y que incluso son, exactamente, la inversa de aquello que había sido deseado… (Ladrière, 2004)
En política, el principio de adversidad ha sido llamado la “alquimia de la política”. Dice Romero (2002) que en las dinámicas sociales se aprecian elementos que modifican las intenciones colectivas y trastocan sus propósitos:
…generando así amplio espacio para el análisis de la «alquimia» mediante la cual aquello que deseamos lograr acaba con frecuencia convertido en lo contrario de lo que aspirábamos. De allí… que el esfuerzo orientado a anticipar las consecuencias no intencionales y muchas veces no deseadas de nuestra acción es una tarea legítima, quizás la más importante de las ciencias sociales. En su momento Maquiavelo también advirtió la extraña y sorprendente «alquimia» de la política, mediante la cual el bien en ocasiones se transmuta en mal, y éste en bien, y acciones que se planificaban para obtener un fin terminan por producir otra cosa muy diferente (Romero, 2002).
Jung denominó a estos aspectos inconscientes del ser humano con el término “sombra”: en general son componentes psíquicos de los cuales no tenemos consciencia y que normalmente proyectamos o ponemos en los demás, generalmente expresiones polarizadas de nuestra personalidad consciente, el yo psicológico que nos vivimos ser a diario en vigilia. Y ya que la realidad se manifiesta de forma polar, nuestra sombra viene siendo la polaridad de nuestro yo consciente, nuestro alter ego. Y con una ley llamada enantiodromía señala que toda polarización implica la emergencia de su lado contrario, que toda acción polarizada consciente dará luego paso a una reacción inconsciente que es su contrario o polo opuesto. Valga decir, considerando la novela de Robert Louis Stevenson “El extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde”: toda acción del Dr. Jekyll lleva a una manifestación de la reacción de Mr. Hyde.
Llamo enantiodromía a la aparición, especialmente en sucesión temporal, del principio opuesto inconsciente. Este fenómeno característico se da en casi todos los sitios donde una dirección extremadamente unilateral domina la vida consciente, de modo que se forma en el tiempo una posición opuesta inconsciente dotada de idéntica fuerza, la cual se exterioriza primero por la inhibición del rendimiento consciente y más tarde por la interrupción de la dirección consciente (Jung, 2000).
Entonces, allí donde haya polarización: sea en la vida individual, en una postura psíquica personal, o en política (en la actitud de los políticos y en la esfera colectiva), por enantiodromía veremos a posteriori emerger desde la sombra (individual o colectiva) la actitud o la emocionalidad contraria, que se darán la mano, demandando reconocimiento (“lo extremos se tocan”).
Arquetipalmente, hay tres componentes que contribuyen a impedir la toma de conciencia del fracaso: el “puer aeternus” (el eterno adolescente), la histeria y el psicopático. El primero es un aspecto de la psique que rige la vida de la infancia y la adolescencia. Se manifiesta, sobre todo, en el vivir apresurado que por su extremada velocidad, que lo lleva a un mundo de irrealidad, le resulta imposible o muy difícil pisar tierra (como es propicio del arquetipo del “senex”). La persona regida por este componente arquetipal (así como lo refleja el personaje de El Principito, con su vida estratosférica), tendría que aprender a planear, descender y tocar tierra. De lo contrario, en algún momento puede padecer de un aterrizaje forzoso con consecuencias desastrosas.
En el caso del componente histérico presente en todo ser humano, sea hombre o mujer, un aspecto que dificulta la conciencia de fracaso es su superficialidad psíquica: lo que le pasa se mantiene a un nivel epidérmico y no se hace vivencia psíquica profunda y consciente, no se torna experiencia consciente al tocar la historia personal ni colectiva. En el ejercicio histriónico se evidencia una actitud fuertemente irreflexiva por lo cual se torna muy difícil tomar conciencia de la “superficialidad repetitiva y destructiva” (López-Pedraza, 2000), acompañada por pseudoopiniones y actitudes exageradas. Sobre todo se dificulta la conciencia de fracaso cuando se vive este componente histérico desde una psicología de cuento de hadas: en la que “la fantasía el castillo encantado no admite discusión ni reflexión” (López-Pedraza, 2000). Este aspecto se nos hace muy común en muchas chicas que asumen el amor con esta tónica, e igualmente en muchos que tienen una posición política con ideales vividos histéricamente. Y, por último, uno de los instrumentos muy a la mano del componente histérico es la culpa, de allí “que la histeria tiene a su disposición un spectrum infinito de posibilidades para culpabilizar a cualquiera, a cualquier cosa, con tal de no aceptar la conciencia de fracaso" (López-Pedraza, 2000). Esto nos recuerda a la dama que denuncia a todos los hombres, o al político que culpabiliza a todo agente externo o tenido por enemigo.
El último componente pseudo-arquetipal mencionado por el autor es el psicopático, el cual tenemos todos los seres humanos, y que se manifiestan de manera abrupta en la personalidad, en las conductas excesivas, desmesuradas, del ser humano. Pero se nos hace muy difícil aceptar que en nosotros se alojan aspectos “desalmados”, que incluso expresan unos niveles de maldad soterrados que ni siquiera sospechamos. O al decir del autor: “en esto consiste la personalidad psicopática: donde debería haber alma, psique, experiencia de vida, viviencia interior y el sentir valoraciones propias, lo que hay es una lacunae, nada: un desalmado” (López-Pedraza, 2000). Una de sus características es su gran capacidad mimética: como carece de forma (propio de todo componente auténticamente arquetipal), se apropia de lo que le convenga del mundo exterior, adaptándose a lo que viniere,mostrándose como mejor le convenga a sus intereses.
Incluso se ven proceso de ideologización que evitan la toma de conciencia de fracaso, como el que experimentamos desde hace muchos años en relación a nuestra historia patria:
El culto a la figura histórica de Bolívar dista mucho de ser una creación literaria, nacida del patriotismo exaltado de sensibilidad superexcitada de uno o de varios escritores. …Su función ha sido la de disimular un fracaso y retardar un desengaño (Carrerta Damas, 1983).
De allí que sea necesario, como se ha repetido, la reflexión, para tener conciencia del fracaso y así evitar la repetición de situaciones que evidencian una coagulación de la vida individual y/o colectiva. “Somos perseguido por aquello que, siendo tan ajeno a nuestra naturaleza consciente, a ésta le es difícil aceptar o tolerar” (López-Pedraza, 2000). Al tomar conciencia de los componentes internos que nos llevan al fracaso, dejando de proyectarlos en los demás, se nos posibilita reales avances en la historia, en nuestra vida.
Wladimir Oropeza
Psicólogo clínico / Asesor Vocacional
Bibliografía
Carrera Damas, G. (1983). Simón Bolívar: escritos fundamentales. Prólogo. Caracas: Monte Ávila.
Ladrière, J. (2004). L’humanisme contemporain. En, Jean Ladrière, La Foi chrétienne et le destin de la raison. Paris: Ed. du Cerf. P. 17-33. Traducción de Vivero Nazario.
López-Pedraza, R. (2000). Ansiedad cultural. Caracas: Festina Lente.
Romero, A. (2002). Venezuela: historia y política. (2da ed). Caracas: Panapo.
Una invitación, desde la psicología y la filosofía, a ir más allá en el pensar (transfinitud) y a la redimensión de nuestra perspectiva vital y cotidiana.
PENSAMIENTOS SUGERENTES
"Conócete a ti mismo".
Sócrates, recordando la sentencia del dios Apolo, inscrita en la entrada del Templo de Delfos
"No es mirando a la luz como se vuelve uno luminoso, sino vertiendo luz en la propia oscuridad."
Carl Gustav Jung
"En general, los hombres no quieren que se les enseñe a pensar bien; prefieren que se les diga qué han de creer."
K. Gunnar Myrdal
"Una virtud básica del hombre es el pensamiento. ... Y tu vicio básico, la fuente de tus males, es ese acto antiético que algunos practican pero que no desean admitir: el acto de dejar la mente en blanco; la voluntaria suspensión de la propia conciencia, la negación a pensar; no la ceguera, sino el rechazo a ver, no la ignorancia, sino el rechazo a conocer."
Ayn Rand. La rebelión de Atlas.
"No querría con esta obra ahorrar a los demás el que piensen; al contrario, si fuera posible, querría incitarlos a pensar personalmente."
Wittgenstein
Sócrates, recordando la sentencia del dios Apolo, inscrita en la entrada del Templo de Delfos
"No es mirando a la luz como se vuelve uno luminoso, sino vertiendo luz en la propia oscuridad."
Carl Gustav Jung
"En general, los hombres no quieren que se les enseñe a pensar bien; prefieren que se les diga qué han de creer."
K. Gunnar Myrdal
"Una virtud básica del hombre es el pensamiento. ... Y tu vicio básico, la fuente de tus males, es ese acto antiético que algunos practican pero que no desean admitir: el acto de dejar la mente en blanco; la voluntaria suspensión de la propia conciencia, la negación a pensar; no la ceguera, sino el rechazo a ver, no la ignorancia, sino el rechazo a conocer."
Ayn Rand. La rebelión de Atlas.
"No querría con esta obra ahorrar a los demás el que piensen; al contrario, si fuera posible, querría incitarlos a pensar personalmente."
Wittgenstein
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