PENSAMIENTOS SUGERENTES

"Conócete a ti mismo".
Sócrates, recordando la sentencia del dios Apolo, inscrita en la entrada del Templo de Delfos

"No es mirando a la luz como se vuelve uno luminoso, sino vertiendo luz en la propia oscuridad."
Carl Gustav Jung

"En general, los hombres no quieren que se les enseñe a pensar bien; prefieren que se les diga qué han de creer."
K. Gunnar Myrdal

"Una virtud básica del hombre es el pensamiento. ... Y tu vicio básico, la fuente de tus males, es ese acto antiético que algunos practican pero que no desean admitir: el acto de dejar la mente en blanco; la voluntaria suspensión de la propia conciencia, la negación a pensar; no la ceguera, sino el rechazo a ver, no la ignorancia, sino el rechazo a conocer."
Ayn Rand. La rebelión de Atlas.

"No querría con esta obra ahorrar a los demás el que piensen; al contrario, si fuera posible, querría incitarlos a pensar personalmente."
Wittgenstein

lunes, 21 de febrero de 2011

Sobre las polaridades constructivas y destructivas. Una mirada desde la Psicología

Un aspecto presente en nuestra vida, del cual muchas veces somos inconsciente, es el de la polaridad. Estar consciente de cuáles son y cómo operan en nuestra vida es importante, si queremos obtener resultados positivos en los temas de salud, felicidad, armonía, evolución, etc.


Les anexo un artículo que de manera sencilla expone los dos tipos de polaridades que operan en la vida, siendo una de ellas un tipo de polaridad que propicia la unidad, la integración, tan necesaria para la salud y la felicidad.


¿Qué polaridades rigen tu vida, tal vez sin darte cuenta? ¿Cuáles son constructivas y cuáles destructivas?


Wladimir Oropeza

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Polaridad constructiva vs polaridad destructiva
Escrito el 04/03/09 a 09:24:43 GMT-06:00 por arana
Por Arnoldo Arana

La polaridad fundamental está en querer vivir y morir, sufrir y gozar, tener éxito y fracasar, sin llegar a tomar conciencia de lo que está pasando”. Manuel Barroso

LA POLARIDAD ESTÁ EN LA NATURALEZA MISMA DE VIDA.

La polaridad es inmanente a todos los procesos y acontecimientos de la vida, sean de carácter biológico o social - cultural. La polaridad esta implícita en la propia naturaleza y dinámica de la vida: su estructura, sus procesos, sus interconexiones. Como dice Wilmon Henry Sheldon:“La polaridad no se limita solamente a los dos polos en cuestión, sino que  impregna por completo las regiones dentro de cada uno; se halla en la estructura y comportamiento del átomo, de la célula viva, de la planta y del animal, del propio intelecto humano, del lenguaje, etc.”.

La polaridad está presente en toda situación, proceso u organismo vivo: noche – día, hombre – mujer, espíritu – materia, frío – calor, por mencionar algunas de la categorías polares existentes en la trama de la vida. El ser humano no escapa a esta realidad. Nuestra naturaleza abarca innumerables manifestaciones de polaridad: impulso-inhibición, introvertido-extrovertido, sentimiento-razón. Así por ejemplo en el plano emocional tenemos la polaridad alegría-tristeza, amor-odio; en el plano fisiológico observamos la polaridad izquierdo-derecha, sistema nervioso simpático (catabolismo) - parasimpático (anabolismo).

De modo que “la polaridad está profundamente arraigada en el funcionamiento del organismo, es así que la sed conduce a la búsqueda del agua, el calor a la búsqueda de la frescura, la tensión a la búsqueda de un alivio en la relajación” (Doris Bersing). Agrega Guillermo Feo: “La polaridad es un estado intrínseco a todo fenómeno natural, obviamente incluimos al ser humano. Lo cual quiere decir que usted y yo poseemos los contrarios de los rasgos que nos caracterizan. Puede ser que los ignoremos y /o neguemos, conscientemente o no, pero ello no los elimina. Permanecen latentes, potencialmente listos para manifestarse en cualquier momento”.

¿QUÉ ES LA POLARIDAD?

Según Guillermo Feo la polaridad “es un estado intrínseco a toda circunstancia, hecho o fenómeno natural, consistente en la existencia de dos puntos opuestos llamados polos”. Y como apunta el propio Feo, no se trata de una “simple condición dual en la cual los contrarios se oponen y paralizan entre sí”, y permanecen irreconciliables e irremediablemente orientados a objetivos divergentes; lo cual sería admitir una visión dualista de la realidad.

El dualismo plantea que la realidad está dividida en dos partes o ámbitos totalmente distintos e inexorablemente opuestos. Esta visión o paradigma del hombre reduce la existencia humana a una concepción mecanicista, asimilando el funcionamiento de la vida humana a la de un reloj. Esta forma dual de ver la realidad es la que da lugar a la aparición del aspecto insano de la polaridad (polaridad desintegrada), al concebir al ser humano como un ser dividido en innumerables categorías polares irremediablemente separadas.

MAPAS Y POLARIDADES

El hombre con su forma de pensar y visión con que aborda y concibe la realidad, proyecta su forma de ser y estar en el mundo, percibiéndose como un sistema y, en consecuencia, abordándose y expresándose como una totalidad integrada o, por el contrario, percibiéndose y asumiéndose con una naturaleza dual, inevitablemente irreconciliable, dando lugar a  disfuncionalidades polares (polaridades desintegradas), tanto en el funcionamiento corporal, como conductual y conceptual, las cuales crea y alimenta cotidianamente. Al respecto Manuel Barroso dice: ”La polaridad no existe sino la hacemos existir”.

Pero el hombre es más que un conjunto de categorías polares; es un sistema integrado e interconectado, una totalidad. Así los polos que lo constituyen no forman realidades separadas, sino que forman parte de una misma totalidad. Estos polos aunque opuestos y diferenciados mantienen una dinámica procesal, “cooperando como soportes mutuos”, a la vez que se oponen, dando lugar así a una mezcla de tensión y complementariedad, que conlleva a procesos de diferenciación y de integración que definen la naturaleza esencial de la vida.

Nuestros mapas, pues, son determinantes en la aparición de polaridades desintegradas o polaridades en equilibrio. ¿Cómo influyen nuestros mapas introyectados (impuestos, ajenos a nuestras necesidades) o metabolizados (formados con la conciencia de nuestras necesidades, asumidos responsablemente) en el proceso de alienación o identificación de alguno de los polos opuestos? Nuestros mapas nos llevan a la aceptación / alienación de cualquiera de nuestras categorías polares, bien al identificar los polos como parte de una misma totalidad o al crear   maneras parcializadas y anti-naturales de ser y estar en el mundo, al alienar alguno de los polos.

Este proceso de alienación de uno de los polos es más probable “sobre todo cuando se trata de constructos culturales y no de realidades biológicas” (Doris Bersing), producto de la influencia (creencias y concepciones dualistas) del medio ambiente socio-cultural en el que nacemos y nos desarrollamos. Muy acertadamente dice Manuel Barroso que “el mapa ajeno polariza”, refiriéndose al mapa introyectado por la acción impositiva de otros (padres, escuela, etc.). El mapa introyectado divide a la persona de forma tal que ésta “comienza a ir en dos direcciones opuestas y contradictorias: bueno y malo, obediente y rebelde, tierno y duro, agradable y desagradable, complaciente y tirano” (Manuel Barroso).

POLARIDAD DESINTEGRADA

La polaridad se convierte en insanidad (polaridad desintegrada) cuando negamos un polo y comenzamos a vivir en forma “inconscientemente parcializada”, con una visión dicotómica de la realidad: autocrático  vs democrático, estructurado vs desestructurado,  pensamiento vs sentimiento, cuerpo vs alma. Como dice el Dr. Feo: “Se pretende vivir con lo que contiene un platillo de la balanza, desconociendo la existencia del otro. Se cree estar en blanco ignorando el negro. Se cierra un ojo y se cree tener la visión completa. Se pervierte la vida dejando sólo a la Bella y negando a la Bestia…”. Esta alienación de uno de los polos, que se traduce en el intento de control sobre el polo opuesto, da lugar a una tensión interna debilitadora que consume nuestra energía vital y dañan nuestra salud física y psicológica; en un  desequilibrio que no consigue compensación, y que hace al hombre inefectivo en el contacto con el medio ambiente (el otro), como consecuencia de que “la persona está utilizando la mitad de sus recursos, desperdiciando la otra mitad necesaria para funcionar como una unidad, totalidad fundamental para alcanzar el máximo de efectividad en el contacto con el medio…” (Guillermo Feo)
 
El no concienciar y asumir la responsabilidad por la existencia de los dos polos, conlleva a un estancamiento de nuestro flujo procesal, bloqueando el funcionamiento natural del organismo: reconocimiento, aceptación y expresión de las emociones, orientación a la satisfacción de necesidades, tendencia al contacto nutritivo, búsqueda del equilibrio, etc., al paralizarnos como consecuencia de polarizar nuestra energía en dos direcciones. Este estancamiento se traduce en desintegración de la personalidad, al desconocer nuestras propias partes constituyentes; en el debilitamiento de nuestra capacidad de elección, al limitarnos a actuar únicamente bajo la dirección del polo identificado, negándonos así las opciones del polo alienado; en  la negación e incapacidad para el contacto efectivo, al restarnos flexibilidad y capacidad de comprensión de las conductas y actitudes de otras personas, que son opuestas a las nuestras, pero que por tenerlas alienadas no somos capaces de reconocerlas y manejarlas efectivamente.

La falta de aceptación responsable de alguno de nuestros polos nos conduce al contacto inauténtico, como consecuencia de la “parcialidad inconsciente” hacia un polo y la negación del otro. Una polaridad no reconciliada – desintegrada - nos inhabilita para el contacto efectivo. “La polaridad nace de la pérdida de contacto con su propia experiencia, la distorsión o la negación de la misma” (Manuel Barroso). Se mantiene, entonces, “un pseudo contacto y hay una afirmación en la no experiencia y en la negación. Nos convertimos, sin percatarnos, en buitres-ciervos, negando el buitre; en lobos-ovejas, negando el lobo y realzando la oveja” (Manuel Barroso).

La polaridad en este sentido es, como dice Manuel Barroso: “Energía que ya no se dirige en la dirección del crecimiento, según las necesidades del individuo, es el proceso a través del cual el individuo organiza y simboliza sus creencias acerca de sí mismo, de su contexto y del mundo externo ajeno a sí...”

Pero experimentar crecimiento personal supone integrar las diferentes partes que conforman el sistema humano y sus opuestos. Cuando un polo está alienado, excluimos una gama importantes de elecciones y comportamientos potenciales existentes en nuestra condición y posibilidades como seres humanos. En tal situación nuestra forma de ser y estar en el mundo es inauténtica, por carecer de uno de los elementos constituyentes y definitorios de nuestra naturaleza. En este caso la forma de andar en el mundo es la del control, excluyendo la opción de la libertad: espontaneidad, autenticidad, congruencia, autonomía. Perdemos además flexibilidad y adaptabilidad, pues al tener un polo alienado sólo contamos con las opciones que nos provee el polo identificado y aceptado, pero tenemos vedadas las posibilidades que potencialmente posee el polo rechazado – alienado.  Esta situación nos coloca en una posición de vulnerabilidad y desventaja en nuestra interrelación con el medio ambiente.

INTEGRANDO NUESTRAS POLARIDADES

Al integrar nuestras polaridades podemos vernos y percibirnos en toda nuestra potencialidad – totalidad, desde una visión holística; nuestro funcionamiento se hace también más espontáneo: auténtico. Por otra parte, crecemos en nuestra capacidad de adaptación y gama de respuestas en nuestro intercambio con el medio ambiente, lo que incrementa considerablemente nuestra posibilidad de nutrirnos en nuestro intercambio con el entorno. El organismo además restablece su equilibrio y capacidad de autorregularse.  

Integrar nuestros polos opuestos implica que potencialmente ambos polos están disponibles para moverme e interactuar con libertad con el medio ambiente. En tal estado me percibo interiormente y me siento capaz de desplegar todo el abanico de posibilidades de comportamientos y actitudes que me ofrece cada polo. Entonces entrarán en juego mis recursos: valores, competencias, preferencias, para optar con libertad por las posibilidades que me ofrece cada polo en particular, según mi conveniencia, mis necesidades y las circunstancias del momento.

Es importante constatar que el hecho de conocer una característica y aceptarla no implica que ella tenga que presentarse de manera acentuada o activa en la conducta” (Doris Bersing). Por ejemplo, el hecho de reconocer mi parte violenta no hace de mí una persona violenta. Por el contrario, al aceptar nuestra parte violenta, la debilitamos a partir de la aceptación de ella y su contrario (nuestra parte pacífica). Pero si en vez de aceptar nuestra parte violenta, la negamos y reprimimos, en un momento determinado podemos dar lugar a una irrupción descontrolada de violencia peligrosa. Mi libertad de elección y mi capacidad de decisión son limitadas (estereotipadas, alienadas) a menos que me sienta y me perciba capaz de lo que me posibilita cada uno de los polos. En este sentido, la integración de mis polos me hace más auténtico y congruente.

La polaridad representa la diferenciación e integración de la naturaleza. La diferenciación conduce por sí misma a polaridades. El éxito en integrar los polos opuestos está en encontrar el punto de la adecuada tensión que utiliza cada uno de los dos polos de manera constructiva. Al integrar rasgos opuestos, completamos nuevamente a la persona. Por ejemplo: debilidad y bravuconería se integran como una silenciosa firmeza. Tal persona tendrá la posibilidad de ver la situación total sin perder los detalles. De este modo, obtiene una mejor perspectiva que le permite enfrentar la situación mediante la movilización de sus propios recursos.

BIBLIOGRAFÍA:

-Barroso Manuel. Autoestima: Ecología y Catástrofe, 1998
-Bersing Doris. Vivir un equilibrio frágil
-Feo Guillermo. Caos y Congruencia, 2003

miércoles, 2 de febrero de 2011

Una perspectiva diferente sobre la pobreza III: sobre el significado del trabajo

Julián se despertó a las 6 am sobresaltado de la cama, porque tenía una idea que le daba vueltas en su mente respecto a eso de salir de la pobreza en base al desarrollo de los talentos que había leído en el artículo "Sobre la salida de la pobreza I: a través de los talentos (el caso de un indigente): qué tan fácil o cuesta arriba sería esa una política socioeconómica del Estado centrada en las capacidades para superar la pobreza en su país, Venezuela.

Revisó de nuevo uno de los capítulos del libro "Ideas y mentalidades de Venezuela", específicamente el capítulo de "La mulata recatada" referido a un aspecto de la mentalidad del venezolano del siglo XVIII, en el cuál Julián resaltó el siguiente párrafo:

"...pesa mucho el parecer del prójimo sobre la reputación, importa mucho el sentirse justipreciado por la manera de cumplir los compromisos de la vida cotidiana. Tal es el rasero del cual depende la estima personal".

Ello, le pareció, evidencia un rasgo que todavía tiene mucho peso en la psique del venezolano: la moral heterónoma o el criterio de actuación con locus de control externo. La estima (necesidad muy marcada entre nosotros, reconocía Julián a través de varios estudios) y de la responsabilidad por los acontecimientos que han ocurrido en la vida de la mayoría tenían (y tienen) un foco externos al sí-mismo. La búsqueda de prestigio, de la valoración que los demás nos otorgaran, nos hacía bailar a un "son de locos", inconscientemente interpretado. Se hacía patente desde entonces y hasta la fecha la necesidad de estima a partir de los convencionalismos socioculturales de cada época, pero sin que el logro involucre, para muchos, una autogestión o desarrollo de los recursos internos para la generación de riquezas a nivel individual y en gran escala social.

Esto le hizo buscar dos materiales más. Un artículo de la revista "El desafío de la historia" de Di Miele donde releyó que, respecto a la manera de ser de los venezolanos de inicios del siglo XIX,:

"...no por vocación o convicción racional o espiritual ...[los venezolanos] escogen un oficio. Sólo la vanidad los mueve: «Por pura ostentación se viste el uniforme militar; se traduce mal el francés para afear al castellano; se obtiene el título de abogado para ganar el sustento diario; se reciben las órdenes sacerdotales para adquirir consideración, y se hace voto de pobreza en un convento precisamente para librarse de ella»".

Siguió leyendo Julián el artículo de la revista que los criollos venezolanos de ese entonces tienen una actitud enfrascada en "...ser no lo que pueden ser según sus capacidades sino lo que conviene socialmente: "Materialmente no hay persona distinguida que no pretenda ser militar, aunque carezca de todas las nociones preliminares e indispensables a ese noble ejercicio, ni nadie, blanco o blanqueado, que no quiera ser abogado, sacerdote o monje, y aquéllos que pueden llevar tan lejos sus pretensiones, aspiran por lo menos a ser notario, escribanos, suplentes de sacristán, o pertenecer a alguna comunidad religiosa en calidad de lego, pupilo o recogido, por manera que los campos se hallan desiertos y su fertilidad testimonia contra nuestra negligencia".

Un párrafo más le mostró la mentalidad imperante entre los criollos y muchos de los no criollos: "...una sociedad que considera que «la decencia prohíbe trabajar la tierra y ordena el desprecio de las artes mecánicas y útiles»". Una de esas paradojas no resueltas, porque como se expresaba en el artículo, a pesar de que podía alcanzarse la prosperidad económica a través de los trabajos manuales, éstos eran menospreciados. Y el sentirse menospreciado era algo muy marcado en ese entonces, y también ahora.

Para Julián, entonces, había un patrón de valoración y una actitud externalista todavía existente entre los venezolanos, incluso reconociéndolo en él como una secreta tendencia, cuando leyó en el segundo material, "Detrás de la pobreza":

"A comienzos del siglo XIX, en vísperas de la Gran Guerra de la Independencia, están presentes en las élites venezolanas … dos mentalidades: la que desdeñaba y hasta discriminaba socialmente el hecho productivo directo, por considerarlo indigno de la nobleza y del estamento 'mantuano', por un lado, y por otro la de los productores y empresarios innovadores", generalmente extranjeros éstos últimos.

Si bien en los dos últimos textos se hablaba de la mentalidad discriminatoria de la actividad productiva de los criollos, aspecto que  ha cambiado en la historia en buena medida, le seguía reverberando la frase "ser no lo que pueden ser según sus capacidades sino lo que conviene socialmente", porque ello era lo que observaba alrededor de sí, en la forma que la mayoría había escogido sus carreras y manejaban su oficio y profesión:  centrado en convencionalismo y en criterios externos que apuntan al prestigio social. Esto, además, era lo que calzaba con lo dicho por el articulista aquél, quien luego de entrevistar durante 15 años a venezolanos de diferentes colores, tamaños, preferencias sexuales, religiones, niveles socioeconómicos, edades, etc., le refirió:

"El venezolano en general es trabajador, pero me da la impresión que el trabajo es mayormente una vía de sobrevivencia y para asegurar el sostén de la familia, además de una vía para obtener valoración social al llegar a determinados cargos o tener profesiones socialmente bien vistas. Esto no es que no sea importante. El hecho delicado es que el trabajo y la profesión parece estar deslindado del conocimiento y desarrollo de los talentos, de la autogestión de las capacidades, que te llevan a una vida de mayor satisfacción, productividad y aporte a los demás. Ante la pregunta: ¿cuáles son tus fortalezas y tus debilidades?, la gran mayoría no sabe qué responder, ni siquiera cuando se les pregunta por las experiencias laborales exitosas y aquellos en donde hayan experimentado frustraciones. Una porción de los muy pocos que responden a estas preguntas no relacionan las experiencias de éxito o fracaso a rasgos o virtudes propias, sino a factores externos. Y no faltan los que exageran y se atribuyen los aportes de otros. ¡Y válgame Dios qué escuchas si preguntas por el motivo de haber escogido tal o cual carrera! Que si eso era lo que querían los padres que él o ella estudiaran, o que si los amigos escogieron estudiar "eso" y querían permanecer junto a ellos, o era lo que había. Otros al menos se acercan a decir que fue porque les gustaba, pero sin poder dar una razón muchas veces que vincule las características individuales con la profesión. Se palpa que no hay una cultura de conocimiento y cultivo de las capacidades propias, aprendiendo a casarlas con roles laborales cónsonos que le permitan explorar en muy alto grado su potencial. ¡Imagínate un país con una educación y una economía guiada por estos valores de desarrollo del propio potencial y el ajeno!".

"¡Sí! ¡Sería un giro copernicano! Psicológica, social, económica y políticamente hablando", expresó Julián, agregando: "Claro. Esta cultura centrada en las capacidades, en el desarrollo de los talentos y los valores más altos implicaría cambios en la forma de orientar políticamente a la sociedad, en los patrones de crianza de los niños, en las maneras de educar y formar a los jóvenes en colegios y universidades, y en el estilo de gerenciar a las personas en las empresas".

"Es que al menos esas profesiones y quehaceres: la política, la docencia y la gerencia, pasarían a enfocarse desde esa perspectiva de las capacidades, a escoger personas que evidenciaran un alto grado de autoeficacia y presencia de fortalezas para manifestar un desempeño superior, cónsono con altos estándares y valores que impulsen hacia el desarrollo", comentó el escritor.

Julián, acto seguido, citó a un reconocido escritor en el mundo de la gerencia actual: "Y con ello se cumpliría lo que una vez escribió Peter Drucker: que los trabajadores «tienen que aprender a hacerse una pregunta que no se han hecho antes: ¿Cuál debería ser mi contribución?»". Acertadamente Drucker expresa que "...para responder a esta cuestión tiene que estar claro en lo siguiente, preguntándose y diciéndose las personas lo siguiente: «¿Qué es lo que exige la situación? Teniendo en cuenta mis puntos fuertes [talentos, fortalezas], mi forma de trabajar [más eficiente] y mis valores. ¿Cómo puedo contribuir mejor a lo que debe hacerse? Y, por último: ¡Qué resultados tienen que conseguirse para considerarlos verdaderamente significativos?»".

Sabía que este cambio de referentes sería un paso importantísimo en la construcción de una sociedad centrada en el "intercambio de valor por valor" como lo expresaba Rand, una sociedad en la cuál las personas estarían claras en la mejor y mayor contribución que podrían brindar desde sí misma, desde sus mayores y mejores virtudes y valores, recibiendo una digna y próspera retribución, porque la mayoría no hay que dejar de considerar la existencia de las excepciones, por ley de Campana de Gauss rendiría con una alta productividad, con placer y facilidad, porque al trabajar desde las reales fortalezas nacidas del desarrollo de los talentos, virtudes del alma y dones del espíritu, en armonía con lo que te apasiona y con los propios valores-del-ser, lo que se cosecha es felicidad y prosperidad.

Y el establecimiento de una cultura de tales características, ¿no sería algo en lo cual tendría que trabajar mayormente las clases dirigentes en los diversos ámbitos político, social, económico, educativo, religioso, con las comunidades? (Continuará...)


Bibliografía:

  • Di Miele, R. (2010). "Pura ostentación". El desafío de la historia, N° 3, Año 3, p. 114-115.
  • Drucker, P. (2005). "Gestionarse a sí mismo". En, Ibarra, Drucker, Kotter y Ciampa, Cómo gestionarse a sí mismo. Barcelona: Deusto.
  • Pino Iturrieta, E. (2008). Ideas y mentalidades de Venezuela. Caracas: Alfa.
  • Rand, A. (2005). La rebelión de Atlas. Buenos Aires: Grito Sagrado.
  • Ugalde, L.; España, L.; Lacruz, T.; De Viana, M.; González L.; Luengo N.; y Ponce M. (2005). Detrás de la pobreza. (4° ed). Caracas: Asociación Civil para la Promoción de Estudios Sociales y UCAB.

Una perspectiva diferente sobre la pobreza II: las reflexiones de Julián

Julián recordaba las palabras del artículo ("Sobre la salida de la pobreza I: a través de los talentos (el caso de un indigente)"), donde el escritor había expresado que el apoyo a otros a salir de la pobreza era una decisión individual, siendo, además, conveniente el apoyo institucional del Estado. No era esto último lo que planteaba Ayn Rand en su novela "La rebelión de Atlas" como función del Gobierno, ya que la búsqueda y alcance de la felicidad, como meta última de toda vida, la concebía dicha autora como una responsabilidad individual: el hombre debía concebirse como un fin en sí mismo, no un fin para otros, tesis ésta que iba en contra de todo esclavismo, explotación, etc., al indicar que ningún hombre puede usar a otros para el logro de sus fines, sino establecer tratos concertados donde se intercambie valor por valor.

Es decir, pensaba Julián, si toda acción y servicio implica costos, porque nada es gratis (todo servicio consume recursos de diversos tipos: tiempo, energía y monetario) y alguien siempre paga por los servicios sociales o gubernamentales, el gasto o pasivo financiero que los programas de ayuda generan, así como los de la burocracia estatal, inevitablemente se le cobraba a alguien: comúnmente ese gasto se le endosaba a la larga a los productores, y a las personas en general de los niveles socioeconómicos medio y alto, vía impuestos. Y desde este punto de vista se resaltaba una perspectiva que normalmente no se apreciaba: que habían grupos de personas (en diferentes niveles socioeconómicos, no sólo los pobres que no formaban parte del tren productivo, sino el caso de muchos burócratas y políticos que no agregaban valor a la sociedad, por ejemplo) usando a otros para su fin de sobrevivencia, viviendo a costa de los demás. Para Julián era un punto de vista que en principio sonaba fuerte e inhumano, pero que claramente entrañaba un acto de injusticia por parte de las personas que no consumían lo que se originaba del propio trabajo (pero, ¿y si muchos pobres no tienen trabajo?, ¿y entonces cómo hacen?), sino de lo producido por otros. Él pensaba que igualmente nadie puede justificar esto como un derecho: era una variante de la explotación que no se señalaba, que incluso podía hasta llegar a justificarse. Mas Julián consideraba esta situación como resultado de una ética errónea históricamente añejada y no reflexionada por las personas de la sociedad:  es errado pensar que la necesidad lo justifica y pide todo, que da el derecho de pedir y exigir, incluso sin haber hecho méritos ni dar algo de valor a cambio.

Julián venía de una familia de escasos recursos que al menos tenía comida, vestimenta y techo, cuyos miembros fueron ascendiendo a un nivel de vida medio, contando Julián con la fortuna de estudiar (su abuela le decía: "ésta es la única herencia que la familia puede darte. Así que ¡estudie mijo!, ¡estudie!") y aprender a sostenerse a través de sus esfuerzos. Claro, la pobreza Julián la vivió como una condición injusta en su niñez y juventud, como algo doloroso que le hacía experimentar la impotencia del no contar con las cosas que él quería cuando era un muchacho: una bicicleta, una patineta, un libro caro. Recordaba la respuesta previsible de los padres divorciados cuando les pedía esas u otras cosas: "Vamos a ver. Ahorita no hay con qué. Espérate a ver si sale una plata extra". Y a continuación la larga espera, la vana multiplicación de los terrenos baldíos de la esperanza, por no mencionar la indignación ante la incongruencia de ver cómo el dinero se destinaba a grandes fiestas para compartir con los demás familiares y amigos.

El sentimiento de esperanza de una lejana reparación de esa injusticia que era su vida de limitaciones, se sumaba a la ensoñación de lo que sería vivir una vida de ricos. Y ese revoltijo se complicaba con la secreta envidia de ver a otros que sí podían darse sus gustos o tener lo que quisieran. ¿Y qué era eso otro muy feo que hervía en aquel entonces en su interior? A estas alturas él sabía que eso era resentimiento: evocaba los escasos momentos en que llegó a conocer el lado rico de la ciudad en los inicios de su vida universitaria y cómo ese hervidero de envidia y resentimiento le quemaba las entrañas. Claro está que por su educación cristiana sentía que ello era malo, y rápidamente procedía a reprimir, en esos momentos, dichos sentimientos, a apartarlos de su conciencia, tal cual como los cristianos venían practicando desde hace dos mil años la represión del cuerpo emocional, de aquellas emociones y sentimientos tenidos por pecaminosos, como había concientizado leyendo "Ansiedad cultural", de Rafael López-Pedraza. Mezclado también estaba la aún más secreta maldición de su circunstancia y un deseo de ascender como fuera posible, incluso a veces imaginando cómo sería si lo intentaba por esas vías tenidas por inmorales pero practicadas por muchos en su sociedad, tal como se venía haciendo desde la época colonial: "¡pongame donde haiga!" o las vías de "trepado" al entrar, vía matrimonio, en el círculo de una familia pudiente, como seguían mostrando en las típicas novelas donde la pobre se casaba con el chico rico, que mantenían un alto rating en Venezuela. Pero no era eso lo que él quiso para sí: en su conciencia algo le indicaba que era otro el camino, como lo que pensaba y sentía cuando leía la "parábola de los talentos" en la Biblia y luego, ya adulto en los "Tres ejercicios literario-filosóficos de economía" de García Bacca: cada cual recibiendo dones del espíritu que se traducían en la vida diaria en talentos, los cuales debían ser conocidos y desarrollados en fortalezas para generar prosperidad y construir el reino de los Cielos acá en la Tierra; y Dios como un Gran Gerente que pide cuentas de lo que sembraste y cosechaste con tus talentos.

Recordando esos hechos de su vida mientras transitaba en el Metro, desde hace un tiempo sin escamoteo psicológicos ni justificaciones ideológicas, Julián pudo asumir en su madurez, gracias a un trabajo psicoterapéutico y de revisión espiritual,  una posición ética con una claridad que él sentía en buena medida liberadora de fuerzas internas autodestructivas, haciéndole frente a varios demonios ya mencionados que emergían de lo más recóndito de su inconsciente y en los cuales él reconocía la existencia de los problemas psicoculturales que Venezuela arrastraba desde otrora tiempos, como bien aprendió de la lectura del libro de López-Pedraza:

  • "Los conflictos más profundos del hombre son culturales";
  • "...un complejo (trozo de historia) que no se reflexiona, es decir, que no se hace consciente, se repite y aparece en nosotros con potencial destructivo".

Aunque su vida era una suma de circunstancias históricas sociales y familiares, también respondía a una serie de elecciones hechas por él, en base a sentimientos y creencias erróneas como el pensar que su vida temprana de limitaciones fue una injusticia social porque no había contado desde pequeño con el "pedazo de país" que le proveyera desde chico de todo con lo que soñaba y quería, que si Venezuela era un país rico, entonces alguien le había quitado su cuota de riqueza que le debió tocar por el simple hecho de ser venezolano. No era así: lo que te ganas a través de tus propias capacidades es a lo que tienes derecho, aunque existan otros que roben, especulen y saqueen a la nación. Si bien su familia no se preocupó por elevar su nivel de vida de manera significativa para colocar a la siguiente generación en mejores condiciones socioeconómicas, había aprendido a ser agradecido por lo que había recibido, como fueron los estudios y el acceso a libros que ampliaron su visión limitada de la vida de los primeros años de vida y de su círculo cercano.

Reconocía que estaba de acuerdo con el planteamiento de Ayn Rand y Abraham Maslow sobre la responsabilidad individual de cada persona por vivir productivamente en consonancia tanto con las propias capacidades como con el valor más alto de su ser, para el alcance de la propia felicidad.

Mientras a lo lejos escuchaba el sin fin de conversaciones que las personas sostenían en el vagón, alcanzó a escuchar la voz del conductor del metro quien anunciaba el arribo a la estación Petare, lugar de su destino. Julián se preguntó:  ¿y qué tan factible sería sembrar la idea en los venezolanos de salir adelante mediante el cultivo, a través del estudio y de la práctica, de sus capacidades: talentos, virtudes y dones? (Continuará…)

Bibliografía:

  • García Bacca, J.D. (1983). Tres ejercicios literario-filosóficos de economía. Barcelona: Anthropos.
  • López-Pedraza, R. (2000). Ansiedad cultural. Caracas: Festina Lente.
  • Maslow, A. (1991). Motivación y personalidad. (3ra ed). Madrid: Díaz de Santos.
  • Rand, A. (2005). La rebelión de Atlas. Buenos Aires: Grito Sagrado.