19 de abril de 1810. Día de la Independencia de Venezuela |
Si como muy bien ilustra Manuel Barroso, reproducimos en nuestra vida diaria y sus diferentes contextos (pareja, familiar, comunal, laboral, social, institucional, político, económico, espiritual) las raíces culturales del abandono, el maltrato y la ignorancia… Si desde los tiempos de la colonia arrastramos un conjunto de tensiones entre los diferentes estratos sociales de entonces (que podemos reducir a los "padres de familia" y a la "multitud promiscual", según nos enseña Pino Iturrieta), tensiones que han pervivido con diferentes ropajes, con sus respectivos concomitantes actitudinales y emocionales (menosprecio, repulsión, odio, resentimiento, orgullo, soberbia, igualación, exclusión, oposicionismo), junto con nuestras divisiones intrapsíquicas y paradojas psicológicas y sociales no resueltas... Si como es adentro es afuera y como es afuera es adentro (adentro de cada venezolano, afuera en los diferentes contextos de nuestra vida ya citados)… Entonces la guerra por la independencia no ha terminado: las raíces psicoculturales de la guerra independentista y la federal se mimetizaron en los tiempos de paz para renacer del sustrato de nuestra psique colectiva en nuestra actualidad. Todavía hay combustible psicosociocultural que revive la llama de la guerra que nos arde por dentro, entre diferentes aspectos de nuestra psique, y que proyectamos a nuestra realidad venezolana, actuándola en nuestra relaciones interpersonales e institucionales (a todos los niveles, en todos los estratos).
Batalla de Carabobo |
Es importante que, cada uno de nosotros, concienticemos la guerra interior que libramos, que concienticemos la guerra psicosociocultura que arrastramos cual "historia detenida" (Herrera Luque) o "pasado que no pasa" (Pino Iturrieta). Que aprendamos a alcanzar la paz adentro, para poder verter la paz afuera. Y que los líderes a nivel político, económico y social reconozcan su cuota de influencia, por modelaje, sobre diversos sectores de nuestra sociedad, reconociendo nosotros nuestra cuota de responsabilidad en este proceso de pacificación tan necesario.
Atlas cargando al mundo |
La preeminencia de la figura del héroe y de lo heroico es fuerte en nuestra psique colectiva, de allí la exaltación que todavía vemos genera eco en nosotros (idealización exaltada o rechazo virulento de unos y de otros: los extremos se tocan). Guzmán Blanco atinó con el culto a los héroes como mecanismo ideológico para aglutinar la mentalidad de la sociedad, por la necesidad psicológica de tales personajes que hemos tenido los venezolanos: no se le puede dejar de reconocer lo efectivo de tal estrategia. Una pregunta clave es qué implicaciones mentales, emocionales, sociales, etc., trae que nuestra psique (colectiva e individual) esté posesa por la figura del Héroe: qué forma de actuar, pensar y sentir por parte del poseso (mesianismo, intolerancia, incapacidad de escucha y de rectificación, etc.), y qué posición complementaria exige por parte de los demás (sentirse víctimas, desesperanzados, impotentes, sumisión, a la espera del héroe que los rescate, etc.). Son puntos éstos para observarlos en nuestra sociedad y en cada uno de nosotros, no escamoteándonos o mintiéndonos sobre el grado en que actuamos ambas posiciones (con la pareja, la familia, en el trabajo, en la comunidad, la sociedad, etc.).
Recordé el balance de Bolívar, quien expresó: "hemos ganado en independencia, pero no en libertad". Me parece muy acertado, porque me resulta cónsono con nuestra realidad actual: ganamos independencia política en ese entonces, pero de libertad de conciencia (la mayor y más profunda de las libertades) poco o nada (sin mencionar la independencia económica). El movimiento independentista de 1810-1811 ha sido apenas un inicio en estos sentidos.
Seguimos repitiendo complejos o patrones psicoculturales. No hemos superado psíquicamente nuestra historia. Al decir de Jean Ladrière, somos presa todavía del “Principio de Adversidad” (la "alquimia de la política"): obtenemos lo contrario de lo que buscamos conscientemente como sociedad. Es la emergencia de nuestra polaridad inconsciente que desbarata las mejores intenciones de nuestros proyectos políticos y sociales. Y vuelve al redil nuestra sombra colectiva, manifestándose lo obvio: cómo somos sordos ante nuestras polaridades, históricamente no resueltas. ¡Qué desconectados estamos de la repetición rítmica de la melodía histórica que hemos estado danzando!
Firma del Acta de Independencia de Venezuela (5/04/1811) |
Hacer esos balances, tomar conciencia de nuestras tendencias históricas colectivas e individuales e introducir cambios de valores y actitudes institucionales, sociales e individuales: así daríamos, considero, un paso importante en lo que llamamos independencia. Que aquellos pasos dados desde 1810 al 1830 no tuvieron como objetivo la búsqueda de independencia según la entendemos hoy (libertad para todos, en todos los ámbitos de la vida, para obtener la felicidad anhelada), sino que tuvo como motivo central la preservación de un estatus y sus privilegios (la de los mantuanos), queriendo a su vez evitar un alzamiento por parte de la "multitud promiscual". Esa “libertad” ilusoria dista mucho de lo que necesitamos realmente: libertad de conciencia, de lo cual la educación es apenas un componente. Libertad de conciencia que no es igual a nuestro amor al caos, a la pauta compulsiva de rechazo a toda autoridad o norma (reacción a cómo ha sido, entre otros aspectos, el ejercicio de la autoridad -en la vida familiar, social y laboral-). El desconocimiento de nuestra historia, de los cambios o permanencia de nuestra mentalidad, ideas, sentires y formas de hacer las cosas a través del tiempo, además de nuestro desinterés y la deformación ideológica, contribuyen a nuestra permanencia en la inconsciencia de lo mejor y lo peor de nosotros y de nuestra cultura, que sigamos sin rumbo claro, sostenido, y el no entrever formas de transcender estas (nuestras) polaridades, y así dejar de recrear tanto nuestra guerra interior como las tres raíces (abandono, maltrato e ignorancia) en nuestro diario convivir familiar, laboral y social.
Wladimir Oropeza
Psicólogo / Asesor vocacional
Caracas, Venezuela
wladimir.oropeza@gmail.com
Bibliografía:
- Barroso, M. (2007). Autoestima del venezolano. Democracia o marginalidad. (3ra ed). Caracas: Galac.
- Caballero, M. (2007). Ni Dios ni Federación. Crítica de la historia política. Caracas: Alfa.
- Herrera Luque, F. (2000). Los viajeros de Indias. (6ta ed). Caracas: Pomaire
- Ladrière, J. (2004). L´ humanisme contemporain. En, Jean Ladrière, La Foi chrétienne et le Destin de la raison, París: Ed. Du Cerf, pp. 17-33. (Traducción de Vivero Nazario)
- López-Pedraza, R. (2002). Sobre héroes y poetas. Caracas: Festina Lente.
- Pino Iturrieta, E. (2008). Ideas y mentalidades de Venezuela. Caracas: Alfa.
- Pino Iturrieta, E. (2006). Fueros, civilización y ciudadanía: estudios sobre el siglo XIX en Venezuela. (2da ed). Caracas: UCAB.
- Quintero, I. (2008). La conjura de los mantuanos. Caracas: UCAB y Academia Nacional de la Historia. Colección Bicentenario de la Independencia
1 comentario:
Me parece que sintetizas muy bien el origen de este despelote, lo voy a recomendar.
Un abrazo
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